Si alguien creía todavía que Billy Wilder no odiaba el mundo de las estrellas de Hollywood, debería ver “El Crepúsculo de los Dioses”. Sin embargo, esa no es la única razón por la que el film se merezca un visionado. Pues es uno de los mayores trabajos de este gran realizador, no digo el mejor porque muchos de sus films, por no decir todos, está cuidados hasta el más mínimo detalle, con un guión, fuerza y actores descomunales. Wilder volvía a mostrar una ácida y potente crítica al mundo del cine, centrándolo esta vez con las estrellas de cine, donde no deja ningún títere con cabeza.

Wilder nos presenta a un joven y ambicioso escritor, interpretado por William Holden, en el que quizá sea el mejor papel de toda su carrera, que se encuentra endeudado por numerosos acreedores, sin conseguir una salida. Por una serie de circunstancias, termina en una majestuosa mansión cuya propietaria es una antigua estrella de cine interpretada por Gloria Swanson, asesorada por su inseparable y enigmático mayordomo (Erich von Stroheim ). Al enterarse de que Holden es un escritor, la veterana actriz quiere que le dé ciertos pulidos a un guión escrito por ella, que resulta ser su mayor fuente para volver a alcanzar la fama y el estrellato. El personaje de Holden acepta de buena manera, pero poco después se dará cuenta que ha entrado en un mundo sin salido, donde está cada vez más preso de las imaginaciones y fantasías de la veterana actriz, que le acosa continuamente.

Wilder vuelve a demostrar su valentía, el maestro denota en todo momento su falta de pudor al enseñarnos la cara más oscura, amarga e hipócrita del cine. Wilder toca muchos temas pertenecientes a ese mundo, abarcando en gran profundidad el amargo y fatal paso del tiempo, reivindicando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Donde cuando hay una actriz que con la edad pierde su belleza, ésta es olvidada y repudiada, siendo sepultada al olvido y al eterno silencio. El personaje de Gloria Swanson es una mujer soñadora y apasionada, con una gran convicción de que puede volver a estar en la cima del mundo, donde la actriz emplea recursos como la exageración más grotesca para darle veracidad a su papel. El resultado hiela la sangre, es majestuoso.

Wilder quiso hacer un fiel retrato del cruel mundo de la meca del cine, contando con verdaderos renombres en el oficio, como Cecil B. DeMille. El film está plagado a homenajes de películas, como algún que otro número de Chaplin. Tampoco hay que olvidar que acaba siendo un ejercicio autobiográfico, cuya mayor manifestación reside en el papel de Buster Keaton, actor olvidado y repudiado por no saber adaptarse a la incorporación del cine sonoro. Nos sumergimos en una oscura pesadilla, en un cruel y fatal inframundo, pero sagazmente morboso. Wilder solo sabía hacer obras maestras y esta no es ninguna excepción.