Únicamente el tono que emplea el director de “Calabuch” podía crear una obra con un tema tan sobrio y crudo y transformarlo en una ácida y alocada comedia, pero que permanece en ella un mensaje ambiguo y espeluznante.

La trama nos pone en la piel de un joven que decide convertirse en verdugo para así vivir con su esposa, hija del anterior verdugo, interpretado maravillosamente por José Isbert, en la casa que ha de permanecer el verdugo pagada por el gobierno. Pese a las reticencias del joven, este acepta convertirse en el nuevo verdugo ante la idea de que nunca tendrá que llevar a nadie al garrote vil. Sin embargo, al final ocurre lo peor, y el joven debe ejecutar a un preso.

Durante gran parte de la cinta, donde el verdugo es llevado para realizar su trabajo, tratará de lanzar todo tipo de evasivas para evitar tener que matar con la esperanza que lleguen a indultar al condenado. No se puede negar de que el humor de la película que nos ocupa es muy negro y ácido poco corriente en el estilo de su realizador, quien siempre a optado por un humor fresco y suave, y también para el mismo cine. Pues, no deja de ser una visión cómica de un tema muy crudo y complicado. A lo largo del film, somos presentes a un montón de situación es y de diálogos hilarantes donde el joven trata por todos los medios evitar tener que llevar a cabo su tarea.

No sólo estamos ante una divina comedia del director, sino que estamos ante la pieza clave por el humor del que está dotada la película. Los actores están absolutamente espléndidos, no hay ni uno que no realice bien su papel. Sin tampoco olvidar su increíble final, muy sorprendente, divertido y crudo a la vez, digno de Berlanga.

Es una película que hay que ver, pues reúne en ella muchos ingredientes, donde mezcla sabiamente la comedia más disparatada con un tema muy polémico y desagradable, resuelto con un potente humor negro. Imposible quedarse indiferente.