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Voto de lyncheano:
10
6,8
64.881
Drama. Intriga
William Harford es un respetable médico neoyorquino cuya vida parece ir muy bien: está casado con una preciosa mujer, tiene una hija y un trabajo que le gusta. Pero, al día siguiente de asistir a una fiesta, su esposa Alice le habla de unas fantasías eróticas y de cómo estuvo a punto de romper su matrimonio por un desconocido. Abrumado por esta confesión, acaba entrando en un local, donde un antiguo compañero le habla de una ... [+]
6 de septiembre de 2007
211 de 237 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Genio entre los genios se despidió de nosotros para siempre, dejándonos esta última obra maestra como colofón a una carrera inigualable. Su ritmo lento y su pulcra fotografía, aderezada con esas puntuales e inquietantes notas musicales de Lygeti o con el precioso vals de Shostakovich, construída a partir de las impecables interpretaciones de Tom Cruise y sobre todo de Nicole Kidman (el personaje femenino de más envergadura en toda la obra de Kubrick), hacen que esta joya llegue muy adentro de aquel que la contempla. El sentido del matrimonio como culminación de aspiraciones amorosas queda en evidencia, parece desnudo y artificial, como un oscuro y ambiguo concepto exigido por la existencia de una falsa seguridad que a la postre resultara ser letal para su propia supervivencia. El doctor Bill descubre que su relación no va tan bien como él suponía, y tras ser confidente de las revelaciones (consecuencia del opio) de su mujer sobre su intención de haberlo abandonado a él y a su hija por una noche de sexo con un oficial de la marina hacía ya más de un año, comienza a replantearse su relación, su valoración de la fidelidad, y su propia vida en general.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Atormentado por los lujuriosos e hirientemente sinceros pensamientos de su preciosa mujer, Bill emprende una huída hacia los rincones más oscuros de su persona, hasta los límites mismos del flirteo y del sexo, simbolizados magistralmente con un Nueva York misterioso, lleno de placeres ocultos. Nos narra el descenso a las tinieblas de una persona pagada de sí misma, que es arrojada a un mundo extraño en el que casi es obligado a volver a querer sentirse deseado, en el que busca una venganza callada haciéndose daño a sí mismo, poniendo en peligro todo lo que tiene, su familia, su vida, su seguridad y su propia percepción de todo cuanto le rodeaba hasta entonces. Nos habla del poder de las palabras, y sugiere la posibilidad de que no exista diferencia entre lo que se sueña o se dice con respecto a lo que uno pueda hacer en realidad. Al fin y al cabo, los sueños son las proyecciones de nuestros más oscuros deseos, miedos, pasiones y fantasías. Nos hace pensar, nos anuda las tripas en un lugar más íntimo que donde lo suelen hacer las cintas melodramáticas, pues esta expone una realidad que todos hemos de asumir: que nuestro cuerpo no atiende a las necesidades del corazón, y que en ocasiones nuestro corazón no logra atender todas las necesidades de nuestro cuerpo. Sin embargo, el daño que uno puede infligirse involuntariamente con todo este tema de la infidelidad, ya sea real o imaginada, es tratado en forma de miedos o tabúes que no pretenden moralizar (Dios libre a Kubrick de haber querido moralizar nunca), pero que sí nos dejan la severa advertencia de que se están cruzando terrenos pantanosos. Es difícil contenerse, no sólo por despecho, pues el espectador, al igual que Bill, se siente engañado, sino también por la espantosa situación de desorientación a la que uno llega, planteándose todos y cada uno de los aspectos de su vida, buscando las respuetas en otros cuerpos hasta caer rendido dentro del suyo propio sin saber cómo seguir adelante. Todo este drama interno, psicológico, proyectado en la escasa acción de la película, es retratado por Kubrick a base de movimientos lentos y concienzudos de cámara (deudores de Antonioni), y sobre todo a través del uso magistral que hace de los colores primarios.Todo tiene significado, todo tiene sentido, pero es un sentido tan íntimo como el que cada uno le quiera dar. Pues para eso hacía películas Kubrick. Para liberar sus fantasmas internos y dejar esa sensación de extrañeza en los espectadores, la misma que nos deja esta maravillosa cinta posiblemente más que ninguna otra. Para Kubrick fue la mejor que hizo, y aunque a muchos les cueste afirmarlo, desde luego habrán de reconocer que sí se trata de la más madura y posiblemente personal de todas sus obras. Todo en ella es retrato de lo que somos, o de aquello que al menos una vez hemos deseado ser.