El título de mi crítica resumen muy bien mi opinión sobre la película.

La presentación de los personajes es sencilla pero eficaz, rápida, ágil, sin mariconadas. Rápidamente, da paso a una de las secuencias más impresionantes (en lo visual, en lo sonoro, en la dirección... en todo, joder) que se hayan podido ver en mucho tiempo. El resto, es una montaña rusa con forma de cuento de ciencia ficción retratando una familia disfuncional con una desastrosa figura paterna que torna en héroe por la inclemencia de la desolación y la destrucción.

Prácticamente, no hay freno. Es una de las más adrenalíticas películas de sci-fi de los últimos años, rodada de forma magistral (huelga decir quien dirige, maestro), con elegancia, talante y mucha coherencia.

Sí, sí, a partir de la escena de los militares y el tonto del hijo en plan héroe americano rayando la estupidez se produce un bajón palpable (ahí la película no ofrecerá más espectacularidad). Aunque, no obstante, el clima en la casa de Robbins es malsano, incómodo, y la escena con la niña frente a la puerta cerrada que esconde la violencia pura es de un desasosiego tremendo.

Y, sí, la parte final resulta atropellada, torpe si me apuran (y aún más teniendo en cuenta a quién se encuentra tras las cámaras), no deja satisfecho y el típico happy end made in Spielberg me parece excesivo.

Así que, echando la vista atrás, quitando la sensación de blandenguería y flojera de los últimos momentos, todo lo que la precede es una de las experiencias cinematográficas más excitantes y estimulantes de los últimos años.

Infravalorada hasta extremos bochornosos, esta película que, sin exagerar, raya la perfección, imprime un halo de tragedia (envuelto en una locura hiperrealista) realmente inquietante.

¡Chapeau!