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España España · Bilbao
Voto de HHH:
2
Drama El joven violinista Liu Xiaochun (Tang Yun) y su padre se trasladan desde la pequeña ciudad de provincias hasta Beijing, para que Xiaochun pueda acudir a una prestigiosa academia de música. Su nueva vida, lejos del ambiente familiar pero lleno de esperanzas, permite al joven averiguar en qué dirección quiere encauzar su futuro. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2007
8 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Narra la historia de un niño violinista de 13 años que es llevado por un voluntarioso padre a Pekín para que reciba clases de los mejores profesores. Siempre con vistas a que logre cierto prestigio, cierta fama que provoque el desahogo de la constreñida economía familiar. Efectivamente allí todos los que escuchan al muchacho (Tang Yun, un niño más inexpresivo que un palo pero que debe de tocar el violín, no sé si bien o mal) terminan enamorados de él y todos quieren darle clases, llevarlo a la cumbre y, de paso, exorcizar viejos fantasmas, amores juveniles. Para todo sirve este chaval, buen samaritano, con esa nobleza llegada de provincias que está bastante más caducada que los personajes de Paco Martínez Soria en “La ciudad no es para mí”.

Porque, efectivamente, y aunque hablemos de un director de disparatado prestigio en algunos sectores de la crítica, Chen Kaige no juega en la división de los grandes directores de cine de hoy en día, y conviene citar las películas con las que puede ser comparada. Viendo “Together” ni siquiera jugaría la promoción de ascenso a segunda. Su toma de postura –es coguionista además de tomar las decisiones finales en calidad de director– respecto a su endeble premisa argumental es de una convencionalidad y conservadurismo atroz. Auténticamente de juzgado de guardia si nos refiriéramos a esos grandes directores con cuya vitola parece que Chen se presentaba en el 50º Festival de Cine de San Sebastián. Si Abbas Kiarostami, Jim Jarmusch, Víctor Erice, David Lynch o Wong Kar-Wai rodaran un pestiño la mitad de ñoño que este me borraba automáticamente de su club de correligionarios.

Formalmente, la factura de la película es tan deficiente como temáticamente. Chen, que practica de manera burda y descarada la demagogia del que no sabe serlo con naturalidad, reitera puntos de su historia, magnifica y subraya puntos clave ad nauseam y, para colmo, gusta de dar clases de moral. El desenlace, por ejemplo, que merecería ser desvelado aquí, termina planteando –de manera forzada, artificial, demagógica, artera– al protagonista una elección entre volver al punto de partida de la historia junto a su padre o cumplir el sueño de éste, esto es, llegar a ser un prestigioso concertista de violín, y aguantar la fama, la presión de los conciertos ante mucha gente. Por descontado que Walt Disney no se habría atrevido a ser tan cursi como termina siendo la película. Y el mismísimo Ed Wood se habría negado a montar seguidos los dos planos finales.

Creer que esto es el cine chino es tanto como decir que una Big Mac con salsa de soja es comida china.
HHH
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