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España España · Bilbao
Voto de HHH:
8
Drama ¿Se puede transmitir el sentido de culpa de generación en generación como si fuera una enfermedad genética? ¿Qué consecuencias puede tener una falta no expiada en el culpable y en sus familiares? Al término de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en el ambiente enrarecido de los ajustes de cuentas relacionados con el colaboracionismo, una mujer será absuelta de un crimen que ha cometido. La película se desarrolla en la actualidad, ... [+]
18 de septiembre de 2007
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Chabrol se le puede achacar que siempre haga una misma película. Es cierto. Al menos desde una perspectiva que incurre en la injusticia, en la simplificación del artificio del cine y, sobre todo, desde una perspectiva superficial. Baste mencionar estos nombres para que más de uno deba replantearse su postura respecto al cine de Chabrol: Allen, Hitchcock, Fellini, Rohmer. Clásicos del cine que, a lo largo de sus respectivas carreras, han tenido que aguantar el (justo) sambenito de hacer siempre la misma película.

Y sí que es cierto que los temas continúan inmutables a lo largo de los años, pero el mero hecho de que sus películas no pierdan ni un ápice de verosimilitud (siendo, como son, ambientadas en su contemporaneidad) debería hacer recapacitar a los que denostan la obra del director de “Nada”. Porque lo que tampoco podrán reprochar al cine de Chabrol es que su construcción sea simple, o que sus argumentos se deslicen con lasitud, o que su puesta en escena sea despreocupada, o que los actores que incorporan los personajes de sus tramas estén desgobernados.

Tratando con el máximo respeto la obra de un director que ha aportado tantos momentos de entretenimiento dentro de cronométricos mecanismos propios del más preciso relojero, “La flor del mal” es una variación más de lo que ya habrán podido contemplar y disfrutar los espectadores que elogiaron “No va más”, “Gracias por el chocolate” o “La ceremonia”.

De nuevo arropado por su equipo técnico habitual –en el que tampoco faltan familiares– y con un reparto una vez más acertado y no tentado por la estridencia (Benoît Magimel, Nathalie Baye o Bernard LeCoq), “La flor de mal” constituye el penúltimo capítulo de la crónica de la podredumbre de la burguesía de provincias, de la crónica de la debilidad de la civilización, de la crónica del descubrimiento de las llagas de la felicidad. Y de nuevo: ¿qué mejor territorio para corroborar estas hipótesis que más parecen ya estigmas? Y, ¿qué género más adecuado para ribetear esta crónica de la destrucción de una familia que el género negro, tan querido por Chabrol?

Al igual que en “Gracias por el chocolate”, donde también la aparentemente feliz y agradable familia protagonista ocultaba agujeros negrísimos, en “La flor del mal” un secreto y un personaje desestabiliza, con –precisamente, de allí la sagacidad y la brillantez de Chabrol– su preocupación por el mantenimiento del status quo familiar (imponer la podredumbre de la familia no es más que el primer paso de su fin), llevará al clan a una explosión que no debe concluir –como ocurría en aquélla– con la resolución de un misterio que, si bien sí que se lleva a efecto, no hace más que realzar el concepto del cine de Chabrol. Un cine en el que el medio en que explica sus interesantísimos argumentos preocupa más que éstos.
HHH
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