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Voto de El Fauno:
9
8,1
20.154
12 de agosto de 2007
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Recoged las rosas mientras podais,
Largos no son los días de Vino y Rosas,
de un nebuloso sueño,
surge nuestro sendero,
y se pierde en otro sueño..."
Así, con estas premonitorias palabras lanzadas al mar en un fugaz momento mágico de la película, Lee Remick y Jack Lemmon iniciarán un tortuoso viaje a los infiernos del alcoholismo del cual les será una verdadera tortura liberarse. La historia que aquí se nos cuenta no es sólo una historia de amor, no es sólo una terrible crónica sobre el drama imparable de la bebida, es una historia de amor hacia un monstruo, un amor a tres bandas, una botella, y dos personas a cada lado, la soledad, la inevitable dependencia y el oscuro descenso y desaparición de cada uno de nuestros principios, encarnados soberbiamente en el personaje de Lee, en una persona ingenua e inocente cuya mayor ambición es poseer una vida feliz, y cuyos pensamientos van evolucionando a traves de un tortuoso sendero en el que apenas se podrá reconocer a si misma, pasando de ser una dulce jovencita de ciudad sin mucho que pedirle a la vida, a una borracha de tres al cuarto sumida en el más patético de los infiernos agarrada a una botella de Ginebra cual tesoro del que no se puede separar. Resulta irónico que del personaje que menos esperamos algo, al final sea el único que consiga salir adelante; Un Lemmon que al principio no es más que un relaciones públicas que se ve obligado a beber de manera continua para poder involucrarse con plena confianza en los intereses de sus clientes. Una persona cuyo único objetivo es cumplir con su trabajo a costa de beber lo necesario, pero que a pesar de todo posee una moral de la que apenas hace gala hasta un momento clave en el que expresa abiertamente, más insinuando que directamente, la incomodidad ética que siente a la hora de realizar un encargo concreto. La ironía de la película volverá a hacerse presente entonces, cuando precisamente por mantener sus propios ideales, por querer ser fiel a sus principios, se vea relegado a trabajos de menor enjundia que le acabarán conduciendo inevitablemente al infierno del alcoholismo depresivo, arrastrando con el a su amada esposa en una drástica decisión de la cual se arrepentirá a lo largo de su vida. De un par de copas a un par de botellas y de ahí a un camino a sin retorno, con el alcohol por bandera, y la negación como defensa. Cuando el personje de Remick se niege a reconocer su propio estado será el verdadero momento en el que se habrá codenado por si sola. Al final no será capaz de salvarse por nadie, ni siquiera por los que un día fueron su familia. Sólo el alcohol, la soledad, el vacío existencial, y ella.
Que "Días de Vino y Rosas" representa la obra maestra de Blake Edwards eso es algo incuestionable y que probablemente también signifique uno de los papeles más destacados de Lemmon otro tanto.
-Continua en Spoiler-
Largos no son los días de Vino y Rosas,
de un nebuloso sueño,
surge nuestro sendero,
y se pierde en otro sueño..."
Así, con estas premonitorias palabras lanzadas al mar en un fugaz momento mágico de la película, Lee Remick y Jack Lemmon iniciarán un tortuoso viaje a los infiernos del alcoholismo del cual les será una verdadera tortura liberarse. La historia que aquí se nos cuenta no es sólo una historia de amor, no es sólo una terrible crónica sobre el drama imparable de la bebida, es una historia de amor hacia un monstruo, un amor a tres bandas, una botella, y dos personas a cada lado, la soledad, la inevitable dependencia y el oscuro descenso y desaparición de cada uno de nuestros principios, encarnados soberbiamente en el personaje de Lee, en una persona ingenua e inocente cuya mayor ambición es poseer una vida feliz, y cuyos pensamientos van evolucionando a traves de un tortuoso sendero en el que apenas se podrá reconocer a si misma, pasando de ser una dulce jovencita de ciudad sin mucho que pedirle a la vida, a una borracha de tres al cuarto sumida en el más patético de los infiernos agarrada a una botella de Ginebra cual tesoro del que no se puede separar. Resulta irónico que del personaje que menos esperamos algo, al final sea el único que consiga salir adelante; Un Lemmon que al principio no es más que un relaciones públicas que se ve obligado a beber de manera continua para poder involucrarse con plena confianza en los intereses de sus clientes. Una persona cuyo único objetivo es cumplir con su trabajo a costa de beber lo necesario, pero que a pesar de todo posee una moral de la que apenas hace gala hasta un momento clave en el que expresa abiertamente, más insinuando que directamente, la incomodidad ética que siente a la hora de realizar un encargo concreto. La ironía de la película volverá a hacerse presente entonces, cuando precisamente por mantener sus propios ideales, por querer ser fiel a sus principios, se vea relegado a trabajos de menor enjundia que le acabarán conduciendo inevitablemente al infierno del alcoholismo depresivo, arrastrando con el a su amada esposa en una drástica decisión de la cual se arrepentirá a lo largo de su vida. De un par de copas a un par de botellas y de ahí a un camino a sin retorno, con el alcohol por bandera, y la negación como defensa. Cuando el personje de Remick se niege a reconocer su propio estado será el verdadero momento en el que se habrá codenado por si sola. Al final no será capaz de salvarse por nadie, ni siquiera por los que un día fueron su familia. Sólo el alcohol, la soledad, el vacío existencial, y ella.
Que "Días de Vino y Rosas" representa la obra maestra de Blake Edwards eso es algo incuestionable y que probablemente también signifique uno de los papeles más destacados de Lemmon otro tanto.
-Continua en Spoiler-
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El guión de semejante análisis sobre el drama alcohólico es sin duda uno de los más certeros y duros retratos sobre el alcoholismo que Hollywood haya realizado, ya que cuando normalmente la realidad del alcohólico es representada casi siempre de manera cómica o levemente drámatica pero nunca importante aquí J.P Miller disecciona a sus personajes sin darles ni una sola concesión, sin ser condescendiente con ninguno de ellos, llegando a niveles de patetismo grandisimamente encarnados en algunos de los momentos más estremecedores de la cinta, representada a nivel visual por unos planos en los que la botella muchas veces se sobrepone a la figura de los actores, en tono claramente simbólico, dejando de lado toda humanidad posible y siendo consecuente con sus verdaderos deseos y su inevitable cobardía para poder sobreponerse.
La dureza del tratamiento y de la evolución del film, que comienza en tono ligeramente cómico y se desarrolla con mayor oscuridad drámatica, agonizando en un duro final, hará que uno apenas recuerde nota alguna de banda sonora, resonando únicamente la acertadisimamente canción de creditos inciales "Days of wine and Roses" de Henry Mancini, bien mercedora del Oscar.
De esta forma, al terminar la película es inevitable acordarse de los hermosos aunque tristes versos de Ernest Dowson acerca del deseo de llevar una vida más intensa aunque ello conlleve acortarla considerablemente, sumergirse en una felicidad artificial, falsa y ebría con fantasmas desconocidos de los que apenas se acordará uno, intentando evitar el indeseable destino de soledad, pero acabando inevitablemente sólo, con las ambiciones muertas y las ilusiones extinguidas con el permanente recuerdo de esos Días de Vino y Rosas.
Numeroso momentos para el recuerdo de una dureza psicológica implacable
Escenas: La primera en la que vemos la llegada de Lemmon borracho al apartamento, una vez ya se ha casado y a tenido una hija. / El momento en la bahía nocturna y esos versos. / Aquella en la que somos testigos del lamentable aspecto de ella en una cutre habitación de motel con la única compañia de una cuantas botellas de Ginebra.
Planos: Lemmon tras la ventana con la palabrá "BAR" reflejada en ella. / Remick llena un vaso y la cámara, en un pequeño travelling, lo sigue en un primer plano hasta acabar junto a la cabeza de Lemmon. Somos testigos de la entrada a los infiernos de Lee.
PD: Demian gracias una vez más. De veras intento ser más veloz pero a veces la inspiración no acude tan presurosa como uno quisiera :) Un abrazo
A tu disposición en [email protected]
La dureza del tratamiento y de la evolución del film, que comienza en tono ligeramente cómico y se desarrolla con mayor oscuridad drámatica, agonizando en un duro final, hará que uno apenas recuerde nota alguna de banda sonora, resonando únicamente la acertadisimamente canción de creditos inciales "Days of wine and Roses" de Henry Mancini, bien mercedora del Oscar.
De esta forma, al terminar la película es inevitable acordarse de los hermosos aunque tristes versos de Ernest Dowson acerca del deseo de llevar una vida más intensa aunque ello conlleve acortarla considerablemente, sumergirse en una felicidad artificial, falsa y ebría con fantasmas desconocidos de los que apenas se acordará uno, intentando evitar el indeseable destino de soledad, pero acabando inevitablemente sólo, con las ambiciones muertas y las ilusiones extinguidas con el permanente recuerdo de esos Días de Vino y Rosas.
Numeroso momentos para el recuerdo de una dureza psicológica implacable
Escenas: La primera en la que vemos la llegada de Lemmon borracho al apartamento, una vez ya se ha casado y a tenido una hija. / El momento en la bahía nocturna y esos versos. / Aquella en la que somos testigos del lamentable aspecto de ella en una cutre habitación de motel con la única compañia de una cuantas botellas de Ginebra.
Planos: Lemmon tras la ventana con la palabrá "BAR" reflejada en ella. / Remick llena un vaso y la cámara, en un pequeño travelling, lo sigue en un primer plano hasta acabar junto a la cabeza de Lemmon. Somos testigos de la entrada a los infiernos de Lee.
PD: Demian gracias una vez más. De veras intento ser más veloz pero a veces la inspiración no acude tan presurosa como uno quisiera :) Un abrazo
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