Media votos
6,5
Votos
1.894
Críticas
26
Listas
21
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Alvaro_Pelis:
10
2007
Matthew Weiner (Creador), Phil Abraham ...
7,9
34.288
Serie de TV. Drama
Serie de TV (2007-2015). 7 temporadas. 92 episodios. Aclamada serie dramática que narra los comienzos de una de las más prestigiosas agencias de publicidad de los años sesenta, y centrada en uno de los más misteriosos ejecutivos de la firma, Donald Draper, un hombre con un gran talento. "Mad Men" es la mirada a los hombres que dieron forma a las esperanzas y sueños diarios de los americanos de la época. En 1960 la publicidad era ... [+]
16 de julio de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de la televisión ha tenido una evolución muy interesante a lo largo de los años. A diferencia del cine, la audiencia de las series era lo más fundamental para mantener la vida de estas. Si una serie no generaba suficiente audiencia al principio, esta tenía que ser cancelada. De esta manera, las series que más han triunfado son las que mejor han conseguido revolucionar la narrativa y satisfacer a la audiencia. Las series han ido hibridando cada vez más con el cine, hasta llegar a tal punto en el que cada episodio es como una película. Esta hibridación se ha ido mejorando a lo largo de las últimas décadas (principalemente en los 90s y los 00s), en lo que llamamos “la tercera edad dorada de la televisión”. Pues creo que “Mad Men” es la serie que mejor ejemplifica esta época televisiva.
Veo algo curioso en los personajes de “Mad Men”. Al estar ambientada en la década de los sesenta, estos no expresan sus personalidades a través de sus actos, ya que la mentalidad de la sociedad en aquella época era una mucho más exigente, racista y sexista. Por lo tanto, podríamos decir que los personajes expresan aquellos comportamientos a modo de reflexión sobre la época. De hecho, los personajes “necesitan” comportarse de manera ingenua para favorecer la verosimilitud de la historia. Con esto nos damos cuenta de que el contexto no solo representa un atractivo visual interesante, sino que también da lugar a una narrativa muy compleja en la que los personajes son incapaces de responsabilizarse de sus actos y que, por lo tanto, tienen mucha verdad por esconder. Por ejemplo, para ellos la violencia es un modo de desahogar las angustias. Al igual que en el cine contemporáneo de los setenta, la sociedad de “Mad Men” utiliza la violencia como método de emergencia para desfogar el caos, como reflejo de la incapacidad de reconocer la hostilidad del mundo.
Mientras Tony Soprano tiene una doctora Melfi a quien contarle sus problemas, Don no tiene a nadie y por lo tanto somos nosotros quienes debemos intentar averiguar qué le pasa por la cabeza. Pero la serie utiliza un recurso genial para guiarnos: los personajes que le rodean muestran algunas de sus dimensiones, es decir, son un reflejo de Don. Pete representa al Don más prematuro e impotente de las primeras temporadas, Roger es el Don mujeriego pero confuso de las últimas y Peggy es el Don más triunfador. Fijémonos un momento en ella. Mientras todas las mujeres quieren estar con Don, Peggy quiere “ser” Don. Su viaje del héroe la convierte en la única secretaria que pasa a redactora de la empresa. Si hubiese sido Don el secretario desde el principio, hubiese cometido los mismos errores que ella. Peggy y Don son dos caras de la misma moneda, dos almas idénticas pero a la vez tan diferentes como sus puestos en la empresa. El héroe y el antihéroe.
Al contrario que con otros antihéroes como Tony Soprano, Walter White o Dexter Morgan, la mujer de Don, Betty, no quiere reconocer que su marido le está engañando. En este caso no es tan simple como en otros, ya que nos identificamos con Don al estar en su punto de vista y querer evadirse de los traumas de su pasado. Al igual que Walter enmascara sus defectos a través de un sombrero y unas gafas de sol, los personajes de “Mad Men” enmascaran su adicción al alcohol, al sexo o al trabajo a través del glamour, los trajes elegantes, los restaurantes de lujo y los peinados perfectos. Esto es lo que barniza una sociedad capitalista incapaz de mostrar su cara caótica por miedo a ser juzgada. Bajo todas las capas de perfección de Don, su profesionalidad, su presencia y su reinado de poder, se encuentra una sombra en el alma. Don es una máscara de Dick, su cara publicitaria. En vez de reconocer el pasado, Don intenta luchar contra él literalmente a través de otra persona. El héroe pasado que ahora es un antihéroe. Pero el antihéroe no está completo sin su confidente. También nos identificamos con Betty porque, al igual que nosotros, tiene miedo de conocer del todo al monstruo que tiene al lado.
Por otro lado, la serie utiliza tres elementos que definen su estructura: el texto, el subtexto y la simbología. No es casualidad que Don y sus trabajadores utilicen los mismos tres elementos para vender sus productos: un eslogan, un mensaje y una imagen simbólica. En “The Wheel” (1x13), Don presenta “el carrusel”, una máquina que proyecta diapositivas. Para crear un vínculo entre el producto y su persona, proyecta fotos de él con su familia y habla sobre la nostalgia. Mientras Don vende el producto a unos compradores como si solo estuviese poniendo fotografías aleatorias a modo de ejemplo, en realidad Don nos está vendiendo a nosotros la idea de la familia en momentos idílicos que ya no puede vivir. Un subtexto que se esconde bajo un texto y que se sugiere a través de la simbología de las fotografías. Gente infeliz que se dedica a vender felicidad. La publicidad como excusa para hablar de sus vidas.
Como decía, las series se acercan cada vez más al cine. En series de los noventa como “Friends”, “Los Simpson” o “Expediente X”, cada episodio era como un cortometraje, con una estructura “rígida”. Pero las series de la tercera edad dorada han revolucionado el formato por sus estructuras “elásticas”, esto es, el convencer al espectador de una misma idea (en “Mad Men”, el hecho de encontrar la felicidad) durante años, pero a la vez cambiar la perspectiva de esa idea en los personajes y por tanto el espectador. Lo que hace “Mad Men” para convencernos durante tanto tiempo de la eterna caída de Don es construir una narrativa a través de cuatro tipos de estructuras (la que abarca toda la serie, toda una temporada, un solo episodio y una escena) para que cada una de ellas contenga de un modo u otro la idea principal de la serie y esta se vaya desarrollando a lo largo de las temporadas. El desarrollo de la tesis de la serie se ve claramente plasmada en el contraste entre el primer y el último episodio. Veámoslo en la sección Spoilers.
Veo algo curioso en los personajes de “Mad Men”. Al estar ambientada en la década de los sesenta, estos no expresan sus personalidades a través de sus actos, ya que la mentalidad de la sociedad en aquella época era una mucho más exigente, racista y sexista. Por lo tanto, podríamos decir que los personajes expresan aquellos comportamientos a modo de reflexión sobre la época. De hecho, los personajes “necesitan” comportarse de manera ingenua para favorecer la verosimilitud de la historia. Con esto nos damos cuenta de que el contexto no solo representa un atractivo visual interesante, sino que también da lugar a una narrativa muy compleja en la que los personajes son incapaces de responsabilizarse de sus actos y que, por lo tanto, tienen mucha verdad por esconder. Por ejemplo, para ellos la violencia es un modo de desahogar las angustias. Al igual que en el cine contemporáneo de los setenta, la sociedad de “Mad Men” utiliza la violencia como método de emergencia para desfogar el caos, como reflejo de la incapacidad de reconocer la hostilidad del mundo.
Mientras Tony Soprano tiene una doctora Melfi a quien contarle sus problemas, Don no tiene a nadie y por lo tanto somos nosotros quienes debemos intentar averiguar qué le pasa por la cabeza. Pero la serie utiliza un recurso genial para guiarnos: los personajes que le rodean muestran algunas de sus dimensiones, es decir, son un reflejo de Don. Pete representa al Don más prematuro e impotente de las primeras temporadas, Roger es el Don mujeriego pero confuso de las últimas y Peggy es el Don más triunfador. Fijémonos un momento en ella. Mientras todas las mujeres quieren estar con Don, Peggy quiere “ser” Don. Su viaje del héroe la convierte en la única secretaria que pasa a redactora de la empresa. Si hubiese sido Don el secretario desde el principio, hubiese cometido los mismos errores que ella. Peggy y Don son dos caras de la misma moneda, dos almas idénticas pero a la vez tan diferentes como sus puestos en la empresa. El héroe y el antihéroe.
Al contrario que con otros antihéroes como Tony Soprano, Walter White o Dexter Morgan, la mujer de Don, Betty, no quiere reconocer que su marido le está engañando. En este caso no es tan simple como en otros, ya que nos identificamos con Don al estar en su punto de vista y querer evadirse de los traumas de su pasado. Al igual que Walter enmascara sus defectos a través de un sombrero y unas gafas de sol, los personajes de “Mad Men” enmascaran su adicción al alcohol, al sexo o al trabajo a través del glamour, los trajes elegantes, los restaurantes de lujo y los peinados perfectos. Esto es lo que barniza una sociedad capitalista incapaz de mostrar su cara caótica por miedo a ser juzgada. Bajo todas las capas de perfección de Don, su profesionalidad, su presencia y su reinado de poder, se encuentra una sombra en el alma. Don es una máscara de Dick, su cara publicitaria. En vez de reconocer el pasado, Don intenta luchar contra él literalmente a través de otra persona. El héroe pasado que ahora es un antihéroe. Pero el antihéroe no está completo sin su confidente. También nos identificamos con Betty porque, al igual que nosotros, tiene miedo de conocer del todo al monstruo que tiene al lado.
Por otro lado, la serie utiliza tres elementos que definen su estructura: el texto, el subtexto y la simbología. No es casualidad que Don y sus trabajadores utilicen los mismos tres elementos para vender sus productos: un eslogan, un mensaje y una imagen simbólica. En “The Wheel” (1x13), Don presenta “el carrusel”, una máquina que proyecta diapositivas. Para crear un vínculo entre el producto y su persona, proyecta fotos de él con su familia y habla sobre la nostalgia. Mientras Don vende el producto a unos compradores como si solo estuviese poniendo fotografías aleatorias a modo de ejemplo, en realidad Don nos está vendiendo a nosotros la idea de la familia en momentos idílicos que ya no puede vivir. Un subtexto que se esconde bajo un texto y que se sugiere a través de la simbología de las fotografías. Gente infeliz que se dedica a vender felicidad. La publicidad como excusa para hablar de sus vidas.
Como decía, las series se acercan cada vez más al cine. En series de los noventa como “Friends”, “Los Simpson” o “Expediente X”, cada episodio era como un cortometraje, con una estructura “rígida”. Pero las series de la tercera edad dorada han revolucionado el formato por sus estructuras “elásticas”, esto es, el convencer al espectador de una misma idea (en “Mad Men”, el hecho de encontrar la felicidad) durante años, pero a la vez cambiar la perspectiva de esa idea en los personajes y por tanto el espectador. Lo que hace “Mad Men” para convencernos durante tanto tiempo de la eterna caída de Don es construir una narrativa a través de cuatro tipos de estructuras (la que abarca toda la serie, toda una temporada, un solo episodio y una escena) para que cada una de ellas contenga de un modo u otro la idea principal de la serie y esta se vaya desarrollando a lo largo de las temporadas. El desarrollo de la tesis de la serie se ve claramente plasmada en el contraste entre el primer y el último episodio. Veámoslo en la sección Spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En el piloto, “Smoke gets in your eyes” (1x01) pasamos de una primera escena con Don y su amante, Midge, una mujer sólo preocupada por pasar el mayor tiempo posible sobre el cuerpo de Don, al mundo real lleno de estereotipos. Durante el episodio, Don intenta vender la marca de tabaco Lucky Strike a un comprador y para ello le dice lo siguiente: "la publicidad se basa en una cosa: felicidad". Y mientras le describe lo que es la felicidad para él, nosotros sabemos (o acabaremos entendiendo) que en realidad está atormentado. Al final del episodio, Don regresa a casa, le da un beso a su mujer mucho más inseguro que el que le dio a Midge y acaricia a sus hijos mientras Betty les observa, en una imagen que representa el perfecto pero incierto sueño americano de los sesenta. Ya desde el piloto se muestra esa contracultura para mostrarnos que, en realidad, este es un mundo de apariencias.
Pero en el último episodio, “Person to Person” (7x14), Don se entiende a sí mismo y en un momento de serenidad se da cuenta de quién es: simplemente, un publicista. Cuando llama a las tres mujeres más importantes de su vida (Sally, Betty y Peggy) estamos presenciando, quizá, el único momento de la serie donde está hablando con gente para realmente encontrar conexiones. Con ese anuncio de Coca-Cola en la última escena, entendemos que no se trata simplemente de haber encontrado la felicidad, sino que también ha encontrado la manera de venderla. De esta manera la serie es fiel a la tesis que ha estado arrastrando todo el tiempo: convertir la publicidad en una imagen simbólica de la felicidad. Pero (en su narrativa elástica) al contrario que al principio de la serie, ahora Don lo hace desde la propia felicidad.
Retomando lo que decía sobre las series actuales como cine, “Mad Men” trabaja esta idea a través de lo escrito pero también lo visual. Solo hace falta ver el último plano de cada episodio: puertas cerrándose como símbolo de privacidad, el humo, el alcohol o el agua como metáfora de la melancolía, o momentos donde la historia se congela y simplemente vemos a un personaje contemplando un paisaje, mirando al techo u observando un antiguo hogar. Weiner afirmó que la intención era que el final de cada episodio se sintiese como el final de la serie, por lo que había que encontrar el balance entre dejar las tramas abiertas para que la historia siguiese y dejar al espectador en una situación donde pudiese dormir tranquilo por la noche, pensando que de alguna manera los personajes estaban en un punto muerto de sus vidas. Casi como si cada episodio fuese una película que solo forma parte de la gran película que es toda la serie.
Me gusta ver “Mad Men” como el reality show más complejo y verdadero de la historia. Me gusta pensar que ni siquiera los guionistas sabían qué les iba a ocurrir a los personajes en el siguiente episodio cuando escribían uno. Los personajes de “Mad Men” cambian mientras nosotros cambiamos con ellos. Deja a un lado la realidad para contar sus vidas a través de su lenguaje, aunque este signfique tener que melodramatizar las cosas poniendo al protagonista reflexionando sentado en las escaleras de su casa. Es fascinante poder entender a una persona de una manera tan interna solo conociendo los datos más superficiales de su vida. Los personajes de “Mad Men” sienten tanto pero lo demuestran tan poco que nosotros nos identificamos. Y aunque no entenamos del todo lo que quieren o qué están haciendo, o incluso no compartamos sus éticas, los sentimos como si fuesen personas de verdad. Como si tuviésemos que descubrir semanalmente sobre sus vidas para recompensarnos. Como si dependiésemos de ellos.
Aunque en realidad se trate de inteligencia y talento para saber contar una historia, parece que es magia. Es la magia que Weiner ha decidio usar para contar las cosas que le importan. “Mad Men” es la seducción de Donald Draper, no solo hacia su mundo, sino también hacia el espectador. Nosotros le observamos a la vez que él nos observa a nosotros.
Pero en el último episodio, “Person to Person” (7x14), Don se entiende a sí mismo y en un momento de serenidad se da cuenta de quién es: simplemente, un publicista. Cuando llama a las tres mujeres más importantes de su vida (Sally, Betty y Peggy) estamos presenciando, quizá, el único momento de la serie donde está hablando con gente para realmente encontrar conexiones. Con ese anuncio de Coca-Cola en la última escena, entendemos que no se trata simplemente de haber encontrado la felicidad, sino que también ha encontrado la manera de venderla. De esta manera la serie es fiel a la tesis que ha estado arrastrando todo el tiempo: convertir la publicidad en una imagen simbólica de la felicidad. Pero (en su narrativa elástica) al contrario que al principio de la serie, ahora Don lo hace desde la propia felicidad.
Retomando lo que decía sobre las series actuales como cine, “Mad Men” trabaja esta idea a través de lo escrito pero también lo visual. Solo hace falta ver el último plano de cada episodio: puertas cerrándose como símbolo de privacidad, el humo, el alcohol o el agua como metáfora de la melancolía, o momentos donde la historia se congela y simplemente vemos a un personaje contemplando un paisaje, mirando al techo u observando un antiguo hogar. Weiner afirmó que la intención era que el final de cada episodio se sintiese como el final de la serie, por lo que había que encontrar el balance entre dejar las tramas abiertas para que la historia siguiese y dejar al espectador en una situación donde pudiese dormir tranquilo por la noche, pensando que de alguna manera los personajes estaban en un punto muerto de sus vidas. Casi como si cada episodio fuese una película que solo forma parte de la gran película que es toda la serie.
Me gusta ver “Mad Men” como el reality show más complejo y verdadero de la historia. Me gusta pensar que ni siquiera los guionistas sabían qué les iba a ocurrir a los personajes en el siguiente episodio cuando escribían uno. Los personajes de “Mad Men” cambian mientras nosotros cambiamos con ellos. Deja a un lado la realidad para contar sus vidas a través de su lenguaje, aunque este signfique tener que melodramatizar las cosas poniendo al protagonista reflexionando sentado en las escaleras de su casa. Es fascinante poder entender a una persona de una manera tan interna solo conociendo los datos más superficiales de su vida. Los personajes de “Mad Men” sienten tanto pero lo demuestran tan poco que nosotros nos identificamos. Y aunque no entenamos del todo lo que quieren o qué están haciendo, o incluso no compartamos sus éticas, los sentimos como si fuesen personas de verdad. Como si tuviésemos que descubrir semanalmente sobre sus vidas para recompensarnos. Como si dependiésemos de ellos.
Aunque en realidad se trate de inteligencia y talento para saber contar una historia, parece que es magia. Es la magia que Weiner ha decidio usar para contar las cosas que le importan. “Mad Men” es la seducción de Donald Draper, no solo hacia su mundo, sino también hacia el espectador. Nosotros le observamos a la vez que él nos observa a nosotros.