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Voto de Alvaro_Pelis:
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Animación. Aventuras. Infantil
Pongo y Perdita, los dálmatas protagonistas, son una feliz pareja canina que vive rodeada de sus cachorros y con sus amos Roger y Anita. Pero su felicidad está amenazada. Cruella de Ville, una pérfida mujer que vive en una gran mansión y adora los abrigos de pieles, se entera de que los protagonistas tienen quince cachorros dálmatas. Entonces, la idea de secuestrarlos para hacerse un exclusivo abrigo de pieles se convierte en una ... [+]
28 de julio de 2023
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante las últimas semanas he estado reviendo los clásicos animados de Disney del siglo pasado por orden cronológico. Habiendo llegado a “101 dálmatas” puedo ver claramente las grandes diferencias entre todas estas películas, para lo bueno y para lo malo. Pues encuentro algo curioso en esta, y es que la veo como una película perfecta e imperfecta al mismo tiempo. Me parece interesante analizarla porque pienso que, de una manera u otra, muestra a la vez las mayores virtudes y los peores defectos de los clásicos Disney. Veamos sus aspectos más destacables, empezando por el guion.
La película construye una historia de aventuras perfecta: dos dálmatas viven con sus dueños y sus cachorros felizmente hasta que una estridente mujer, con la ayuda de sus secuaces, secuestra a los cachorros para hacer con ellos una abrigo de pieles, por lo que los protagonistas dálmatas tendrán que ir a rescatar a sus hijos. Aunque es algo inquietante, la historia tiene todos los elementos para ser una perfecta película Disney: protagonistas adorables, villana pintoresca, conflicto sencillo, desarrollo inteligible y con sentido de la aventura y desenlace satisfactorio. De esta manera la película aúna todos los elementos que han funcionado en las anteriores y entrega un resultado atractivo y con personalidad. Pero mirando más allá, el gran defecto que le veo a esta historia (tal y como se cuenta) es uno que viene dado por los personajes: ellos no tienen una transformación narrativa o, como muchos lo llaman, un conflicto interno.
Pongo y Perdita, los protagonistas dálmatas, van a rescatar a sus hijos, no por algún tipo de conexión emocional interna, sino simplemente porque son sus hijos. Y claro que es un argumento más que sólido, las relaciones paternales en películas tienen la ventaja de conectar con nosotros porque todos tenemos padres y/o hijos, pero no es suficiente. Como veremos más adelante en “El rey león”, el hijo pierde la inocencia gracias a lo que su padre le enseñó mientras era pequeño. Ahí surge un arco de transformación que cuenta una historia sobre la madurez y el aprendizaje. Pero en “101 dálmatas” no existe una apego realmente emocional entre padres e hijos. Y cuando encuentran a los ochenta y cuatro dálmatas nuevos también los rescatan. ¿Por qué? Quizá, solo porque se parecen a sus hijos. Entendedme. Aunque evidentemente cualquiera querría salvar a decenas de cachorros de una dolorosa muerte a palotazos, la película me saca en cierto modo al no darme una razón para que todos esos cachorros realmente merezcan ser salvados. De nuevo, el conflicto es acertado gracias a lo monos que son pero, narrativamente, el nulo afecto que tenemos hacia ellos entorpece la experiencia.
Y tres cuartos de lo mismo sobre el desenlace. (Spoilers hasta el final del párrafo) Pongo y Perdita vuelven a casa, pero no solo con sus hijos sino también con el resto de dálmatas que han encontrado por el camino. De nuevo, bien y mal. Me satisface ver cómo ellos consiguen una recompensa material que en un futuro puede convertirse en una emocional, ya que seguramente se acabarán encariñando de todos sus nuevos hijos. Pero como espectador no me recompensa simplemente ver unas cuantas decenas de cachorros más en la casa. Son más, pero no mejores. Los personajes acaban en la misma situación en la que empiezan. Le pasa lo mismo que a "La sirenita", donde los buenos ganan de manera reduccionista y básica para acabar la película con el final más feliz posible sin que los personajes hayan tenido que pagar un precio. En "101 dálmatas" no hay un sacrificio ni un aprendizaje, ya que han rescatado a los cachorros a base de pequeños golpes de suerte y nada impide a Cruella y sus secuaces volver a secuestrarlos a todos, cosa que se intenta parchear fallidamente en el momento en el que Roger, el dueño, dice: “nos los quedaremos en una finca de dálmatas en el campo”. Y yo digo: hasta que eso ocurra…
Aunque hay una cosa con la que todos estaremos de acuerdo, y es que Cruella es uno de los mejores villanos de los clásicos Disney. En “Los aristogatos”, el villano es un mayordomo escrito y diseñado de manera genérica y que decide robar los gatos nadie sabe por qué. Pero Cruella es atípica, escandalosa y extravagante. Se presenta (dos veces) a través de una silueta punzante que forma el cristal de una puerta o la luz de un estrepitoso rayo. Y su diseño (influenciado por Maléfica de "La bella durmiente", que a su vez bebe mucho del expresionismo alemán con figuras como Nosferatu), con esa cara puntiaguda, ese cuerpo alto y delgado, esos colores llamativos y esa ropa refinada, ya nos dice mucho sobre su personalidad. Solo con verle las pintas me creo cualquier cosa que pueda llegar a hacer. Y más todavía con el refuerzo de sus líneas de diálogo y sus pérfidas decisiones en la historia. Es un buen ejemplo de villano al que no hace falta entender. Su personalidad justifica sus actos y más en una película familiar donde nos creemos que hasta los perros hablan.
Y lo mismo sobre sus secuaces, Jasper y Horace. El gordo y el flaco de narices grandes, influenciados por los gemelos de “Alicia en el país de las maravillas”, se complementan a un nivel menos surrealista pero más salvaje. Sus carácteres gandules, despreocupados por asesinar a los cachorros para que puedan ver su programa de televisión favorito solo hace que poner de los nervios a su ama Cruella. Nadie dice que el ignorante pueda ser tan despiadado como el gran tirano.
Eso sí, pienso que en esta película las escenas de acción o de suspense no están a la altura. Sigo en la sección Spoilers.
La película construye una historia de aventuras perfecta: dos dálmatas viven con sus dueños y sus cachorros felizmente hasta que una estridente mujer, con la ayuda de sus secuaces, secuestra a los cachorros para hacer con ellos una abrigo de pieles, por lo que los protagonistas dálmatas tendrán que ir a rescatar a sus hijos. Aunque es algo inquietante, la historia tiene todos los elementos para ser una perfecta película Disney: protagonistas adorables, villana pintoresca, conflicto sencillo, desarrollo inteligible y con sentido de la aventura y desenlace satisfactorio. De esta manera la película aúna todos los elementos que han funcionado en las anteriores y entrega un resultado atractivo y con personalidad. Pero mirando más allá, el gran defecto que le veo a esta historia (tal y como se cuenta) es uno que viene dado por los personajes: ellos no tienen una transformación narrativa o, como muchos lo llaman, un conflicto interno.
Pongo y Perdita, los protagonistas dálmatas, van a rescatar a sus hijos, no por algún tipo de conexión emocional interna, sino simplemente porque son sus hijos. Y claro que es un argumento más que sólido, las relaciones paternales en películas tienen la ventaja de conectar con nosotros porque todos tenemos padres y/o hijos, pero no es suficiente. Como veremos más adelante en “El rey león”, el hijo pierde la inocencia gracias a lo que su padre le enseñó mientras era pequeño. Ahí surge un arco de transformación que cuenta una historia sobre la madurez y el aprendizaje. Pero en “101 dálmatas” no existe una apego realmente emocional entre padres e hijos. Y cuando encuentran a los ochenta y cuatro dálmatas nuevos también los rescatan. ¿Por qué? Quizá, solo porque se parecen a sus hijos. Entendedme. Aunque evidentemente cualquiera querría salvar a decenas de cachorros de una dolorosa muerte a palotazos, la película me saca en cierto modo al no darme una razón para que todos esos cachorros realmente merezcan ser salvados. De nuevo, el conflicto es acertado gracias a lo monos que son pero, narrativamente, el nulo afecto que tenemos hacia ellos entorpece la experiencia.
Y tres cuartos de lo mismo sobre el desenlace. (Spoilers hasta el final del párrafo) Pongo y Perdita vuelven a casa, pero no solo con sus hijos sino también con el resto de dálmatas que han encontrado por el camino. De nuevo, bien y mal. Me satisface ver cómo ellos consiguen una recompensa material que en un futuro puede convertirse en una emocional, ya que seguramente se acabarán encariñando de todos sus nuevos hijos. Pero como espectador no me recompensa simplemente ver unas cuantas decenas de cachorros más en la casa. Son más, pero no mejores. Los personajes acaban en la misma situación en la que empiezan. Le pasa lo mismo que a "La sirenita", donde los buenos ganan de manera reduccionista y básica para acabar la película con el final más feliz posible sin que los personajes hayan tenido que pagar un precio. En "101 dálmatas" no hay un sacrificio ni un aprendizaje, ya que han rescatado a los cachorros a base de pequeños golpes de suerte y nada impide a Cruella y sus secuaces volver a secuestrarlos a todos, cosa que se intenta parchear fallidamente en el momento en el que Roger, el dueño, dice: “nos los quedaremos en una finca de dálmatas en el campo”. Y yo digo: hasta que eso ocurra…
Aunque hay una cosa con la que todos estaremos de acuerdo, y es que Cruella es uno de los mejores villanos de los clásicos Disney. En “Los aristogatos”, el villano es un mayordomo escrito y diseñado de manera genérica y que decide robar los gatos nadie sabe por qué. Pero Cruella es atípica, escandalosa y extravagante. Se presenta (dos veces) a través de una silueta punzante que forma el cristal de una puerta o la luz de un estrepitoso rayo. Y su diseño (influenciado por Maléfica de "La bella durmiente", que a su vez bebe mucho del expresionismo alemán con figuras como Nosferatu), con esa cara puntiaguda, ese cuerpo alto y delgado, esos colores llamativos y esa ropa refinada, ya nos dice mucho sobre su personalidad. Solo con verle las pintas me creo cualquier cosa que pueda llegar a hacer. Y más todavía con el refuerzo de sus líneas de diálogo y sus pérfidas decisiones en la historia. Es un buen ejemplo de villano al que no hace falta entender. Su personalidad justifica sus actos y más en una película familiar donde nos creemos que hasta los perros hablan.
Y lo mismo sobre sus secuaces, Jasper y Horace. El gordo y el flaco de narices grandes, influenciados por los gemelos de “Alicia en el país de las maravillas”, se complementan a un nivel menos surrealista pero más salvaje. Sus carácteres gandules, despreocupados por asesinar a los cachorros para que puedan ver su programa de televisión favorito solo hace que poner de los nervios a su ama Cruella. Nadie dice que el ignorante pueda ser tan despiadado como el gran tirano.
Eso sí, pienso que en esta película las escenas de acción o de suspense no están a la altura. Sigo en la sección Spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En la escena donde los noventa y nueve dálmatas escapan por el agujero de los secuaces no hay una construcción demasiado sólida del suspense. Es cierto que la cuenta atrás surge por el hecho de ver simultáneamente a los cachorros escapar y el programa de la tele a punto de acabar, pero echo en falta una construcción más física o dinámica. Esta se podría lograr si, por ejemplo, a uno de los secuaces le llamase la atención algo cerca del agujero pero justo cuando estuviese a punto de pillarlos se distrajese por otra cosa, como los comentarios del otro secuaz. También son buenos ejemplos (y además muy divertidos) cuando en “Peter Pan” Peter se hace pasar por Garfio imitando su voz para distraer al ayudante Smith, o ese pequeño momento de “El libro de la selva” donde Bagheera se camufla de los monos convirtiéndose en una estatua de pantera.
También me parece mejorable la escena preclimática donde los dálmatas se pintan de negro para escapar. La idea es buena, pero parece que los dálmatas se salen con la suya de manera muy fácil y, de nuevo, a través de varios deus ex machina. Cuando están a punto de llegar a la camioneta pero el hielo del tejado se derrite y hace que los dálmatas pierdan el color, se desperdicia una idea ingeniosa haciendo que los perros lleguen a la camioneta demasiado rápido y los villanos no tengan tiempo de reaccionar.
Y por supuesto el clímax, en el que vemos una persecución de coches que promete un gran momento donde los personajes se podrían llevar a puntos críticos pero que en cambio se corta el ritmo cuando los secuaces chocan contra el coche de Cruella de manera anticlimática. Es inteligente e irónico que sean los propios villanos los que tengan la culpa, pero todo se reduce a un accidente casual y no se deja espacio para que los dálmatas hagan un esfuerzo real para escapar. ¿Qué nos dice con esto la película? ¿Que para ganar solo debemos quedarnos quietos a esperar la victoria?
En cualquier caso, también es interesante la manera en la que ha evolucionado el estilo de animación de Disney hasta “101 dálmatas”. La película pierde ese estilo caricaturesco de “Blancanieves y los siete enanitos”, donde las físicas y formas de los enanitos determinaban mucho los gags visuales, como aquella escena donde se bañan con jabones y surgen todo tipo de acrobacias. También se pierde ese estilo pictórico de “Bambi”, donde cada plano era como un cuadro romanticista y se hacía un hermoso retrato de la naturaleza.
Pero lo grande de la animación de “101 dálmatas” es su originalidad y la utilización de sus recursos. A veces se ven los trazos del lápiz y se trabaja muy bien el espacio tridimensional a pesar del estilo plano. Los fondos (compactados a través de imperfecciones, colores que se salen del trazo, contornos desdibujados o el uso del monocolor) se dibujan de manera que se diferencien con los personajes. También se hace incapié en la diferencia entre los momentos tétricos, con colores apagados y formas espinosas (esa espesor de la nieve que casi hasta a nosotros nos impide ver) y los momentos alegres llenos de color y movimiento. Como ya se hacía en “La dama y el vagabundo”, se mantiene la idea de que cada forma, cada tamaño y cada color describa el estado del momento o el carácter del personaje.
En conclusión, como decía al principio, “101 dálmatas” tiene a la vez lo mejor y lo peor del Disney clásico, aunque nunca llegando a extremos. Una historia perfectamente construida por fuera aunque en cierto modo carente de emoción por dentro. Unos villanos magistralmente escritos y caracterizados aunque puestos a prueba en unas escenas de acción algo desaprovechadas. Y una animación elegante y carismática aunque superficial y limitada. Una película donde todo es acertado pero al mismo tiempo mejorable. No es la mejor de Disney en ningún aspecto, pero es buena en todos ellos. Es perfecta e imperfecta.
Pero bueno, ya os dejo, que tengo que seguir con la maratón Disney.
Salud y larga vida al rey Louie.
También me parece mejorable la escena preclimática donde los dálmatas se pintan de negro para escapar. La idea es buena, pero parece que los dálmatas se salen con la suya de manera muy fácil y, de nuevo, a través de varios deus ex machina. Cuando están a punto de llegar a la camioneta pero el hielo del tejado se derrite y hace que los dálmatas pierdan el color, se desperdicia una idea ingeniosa haciendo que los perros lleguen a la camioneta demasiado rápido y los villanos no tengan tiempo de reaccionar.
Y por supuesto el clímax, en el que vemos una persecución de coches que promete un gran momento donde los personajes se podrían llevar a puntos críticos pero que en cambio se corta el ritmo cuando los secuaces chocan contra el coche de Cruella de manera anticlimática. Es inteligente e irónico que sean los propios villanos los que tengan la culpa, pero todo se reduce a un accidente casual y no se deja espacio para que los dálmatas hagan un esfuerzo real para escapar. ¿Qué nos dice con esto la película? ¿Que para ganar solo debemos quedarnos quietos a esperar la victoria?
En cualquier caso, también es interesante la manera en la que ha evolucionado el estilo de animación de Disney hasta “101 dálmatas”. La película pierde ese estilo caricaturesco de “Blancanieves y los siete enanitos”, donde las físicas y formas de los enanitos determinaban mucho los gags visuales, como aquella escena donde se bañan con jabones y surgen todo tipo de acrobacias. También se pierde ese estilo pictórico de “Bambi”, donde cada plano era como un cuadro romanticista y se hacía un hermoso retrato de la naturaleza.
Pero lo grande de la animación de “101 dálmatas” es su originalidad y la utilización de sus recursos. A veces se ven los trazos del lápiz y se trabaja muy bien el espacio tridimensional a pesar del estilo plano. Los fondos (compactados a través de imperfecciones, colores que se salen del trazo, contornos desdibujados o el uso del monocolor) se dibujan de manera que se diferencien con los personajes. También se hace incapié en la diferencia entre los momentos tétricos, con colores apagados y formas espinosas (esa espesor de la nieve que casi hasta a nosotros nos impide ver) y los momentos alegres llenos de color y movimiento. Como ya se hacía en “La dama y el vagabundo”, se mantiene la idea de que cada forma, cada tamaño y cada color describa el estado del momento o el carácter del personaje.
En conclusión, como decía al principio, “101 dálmatas” tiene a la vez lo mejor y lo peor del Disney clásico, aunque nunca llegando a extremos. Una historia perfectamente construida por fuera aunque en cierto modo carente de emoción por dentro. Unos villanos magistralmente escritos y caracterizados aunque puestos a prueba en unas escenas de acción algo desaprovechadas. Y una animación elegante y carismática aunque superficial y limitada. Una película donde todo es acertado pero al mismo tiempo mejorable. No es la mejor de Disney en ningún aspecto, pero es buena en todos ellos. Es perfecta e imperfecta.
Pero bueno, ya os dejo, que tengo que seguir con la maratón Disney.
Salud y larga vida al rey Louie.