Si bien lo que más llamó la atención del público general de la saga de Saw siempre fue la "despreciable" violencia gráfica y sádica (el famoso "torture porn"), lo cierto es que para los fanáticos, lo más importante siempre fue la filosofía de un villano sin poderes, y el ingenio con el que se conectaban las películas, las historias de los personajes y el uso de las trampas mortales respecto de los "pecados" de las víctimas.

Establecer nuestro nuevo villano y seguir con el ingenio mostrado en la saga (que sólo reconocerán los que la hayan visto sin prejuicios negativos por la violencia desplegada en pantalla) eran los puntos fundamentales para el éxito de este reinicio de la franquicia, y sin embargo es en esto en lo que se falla de manera más estrepitosa.

Gracias al director (Bousman dirgió Saw II, III y IV) se logra imitar lo superficial, con trampas brutales y una edición frenética de las escenas más violentas, pero con un guion espantoso que exige demasiada actuación de un lamentable Chris Rock (ciertamente de las peores performances que vi en mi vida), se deambula en una trama con demasiados cabos sueltos (*) y un villano sin carisma, incoherente y por sobre todo, sin ningún tipo de código de conducta que lo haga siquiera mínimamente entendible (*).