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Voto de Ingelheim:
9
Comedia. Drama Película basada en hechos reales del corredor de bolsa neoyorquino Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio). A mediados de los años 80, Belfort era un joven honrado que perseguía el sueño americano, pero pronto en la agencia de valores aprendió que lo más importante no era hacer ganar a sus clientes, sino ser ambicioso y ganar una buena comisión. Su enorme éxito y fortuna le valió el mote de “El lobo de Wall Street”. Dinero. Poder. Mujeres. ... [+]
22 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo, tras las 140 críticas que llevamos a estas alturas, intención de realizar un exhaustivo análisis socio-económico de El lobo de Wall Street, obra, en mi opinión, cumbre del director neoyorquino. No hay necesidad de ello. Martin nos introduce en Wall Street como nunca se nos había enseñado, ese nido de decadentes lobos que creen en lo que hacen, que los convierte en peligrosos. Martin nos muestra Wall Street tal y como es. Es tanto una crítica como una alabanza, secreta, que no queremos admitir.

La historia (real) de Jordan Belfort es el paradigma del mundo de los negocios. Como bien han apuntado tanto personajes como espectadores, el sueño americano está al alcance de cualquiera al que no le importe perder cualquier tipo de ética en el proceso, y este desarrollo se sigue aquí al piel de la letra. A los 15 minutos de película, el personaje que se nos había presentado al principio, ese joven soñador de dulce mirada e inocente esposa, no está. Es polvo, simple recuerdo. Solo queda el lobo. El líder de la manada.

Las escenas se suceden en una orgía de sexo, drogas, alcohol, delitos, y una continua vuelta a empezar. No hay punto medio, no hay descanso, solo vemos una montaña de locuras que terminarán sumiendo a Jordan en el infierno en el que su vida se va a convertir. Lo que antes era divertido, ya no lo es. Las escenas, desternillantes al principio, se tornan en drama, en una comedia demasiado negra. Es doloroso ver a Jordan en esa espiral de la que sabes, no va a salir. Quieres gritar, avisarle, pero no va a escuchar, no puede. Acabará mal, pero aún miras. Aún quieres mirar. Scorsese nos hace, en el fondo (¿no es esa acaso la única y simple intención del plano final, de esa maravillosa última escena?), plantearnos una pregunta, personal, interior: ¿acaso tú no habrías hecho lo mismo? Y no nos gusta la respuesta que encontramos, por eso nos damos otra.

DiCaprio nos entrega aquí una titánica interpretación con la que cualquier otro actor habría fallado. Él hace fácil lo difícil, exquisito, lo grosero. Es la mejor de su carrera, no tengo duda. Me parece hasta grosero hablar de los Oscar. A estas alturas, nos dan igual.
Hill está soberbio como Donnie, aprendiz y Judas de nuestro lobo. Chandler y Dujardin, excelentes. La escena final de ese agente del FBI de férreos principios es puro oro, un homenaje que Scorsese se da a todo su cine. Matthew McConaughey, ¿qué te pasa? ¿Qué te dieron en 2011? ¿Por qué llevas años comiéndote la pantalla, aun en papeles de 10 minutos? No encuentro explicación.
Rob Reiner, viejo verde, eres divertidísimo.

Y sobre Margot Robbie no voy a hablar. No sería objetivo. Es demasiado para mí.

El lobo de Wall Street es la historia del alzamiento y caída de ese depredador que fue Jordan, de ese lobo, que creía en lo que hacía por la razón por lo que lo hacía: dinero. El dinero compraba su felicidad. No era una herramienta, era su vida, su razón para vivir.
Y por eso tantos de nosotros nos sentimos mal al salir del cine. Porque Scorsese sabe que nosotros también lo hubiéramos hecho.

Y nos lo cuenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ingelheim
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