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España España · Málaga
Voto de Lukas:
8
Drama Dos jóvenes motoristas de Los Ángeles emprenden un viaje hacia Nueva Orleáns. Cruzan todo el país con la intención de descubrir América. Después de vender cocaína a un hombre de Los Ángeles, Billy y Wiatt (alias Capitán América) asisten a la fiesta del Mardî Gras. Pronto reanudan el viaje y se van encontrando con personajes de lo más estrafalario, entre ellos un ranchero y su familia, o un autoestopista de una comuna hippie, antes de ... [+]
9 de febrero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha escrito de esta mítica película, tenida como cinta de culto y demás. Las críticas se suelen detener en aspectos secundarios, como la excelente banda sonora, la interpretación de Jack Nicholson, que si refleja la sociedad de su tiempo, el hippismo y demás zarandajas. Pero, cuando uno la acaba de ver por primera vez, como es mi caso, y queda deslumbrado, todas estas críticas superficiales parecen un poco sonrojantes. Cincuenta y cuatro años después (casi), uno, que aún no había nacido cuando se estrenó, se pregunta dónde está lo cinematográfico, en esas críticas. ¿Acaso no es una película al uso? ¿es un documental, más bien? ¿teatro filmado? ¿un documental musical? A juzgar por las críticas hechas a la ligera, eso parece. Si uno se desprende de toda esa mitología que arrastra, y uno mismo se quita los prejuicios, entonces la cinta de Hopper queda algo bien diferente, y se acerca a una obra maestra.

¿Cómo? ¿qué escándalo es éste? ¿una obra maestra, semejante engendro para moteros y hippies trasnochados? ¡Pero si no hay por donde cogerla, pero si aburre hasta a las ranas, pero si no tiene guión, y todos se hartaron de reír mientras la rodaban, Hopper el primero! Cuando uno tiene más de cincuenta años, ve las cosas de otra manera. El espectador que tenga de cincuenta para abajo, a lo mejor la ve trasnochada, y sólo se fijará en la banda sonora. Si tiene entre veinte y treinta años, ya no digamos. Sencillamente, es una marranada, una cosa estúpida. Igual que la Guerra Civil nuestra queda como algo muy lejano, la época hippie les parece algo viejuno, sin sentido, y lo rechazan de plano. Vivimos una época pija, conservadora, y nada más lejos de los gustos de la mayoría que una cinta como ésta, o Hair, por poner otro ejemplo similar... Así pues, una cinta generacional, que refleja muy bien las costumbres de una época, su estilo digamos, también es capaz de describir la mentalidad de quien la ve. No es que la película esté pasada, que no; es que uno no conecta con ella, porque está en otra onda, es decir, que su forma de pensar está en las antípodas de una historia que habla de Libertad, más que de cualquier otra cosa. En el país que se llena la boca con esa palabra, es donde menos libertad hay, y esto es lo que denuncian los tres guionistas, con Hopper al frente. Así pues, si no nos gusta lo que aparece en pantalla, ¿no será que cojeamos de algo? ¿no será que sus poderosas, hipnóticas imágenes, nos rechinan, molestan, como molesta la visión de esos dos moteros peludos a los lugareños fascistas del lugar?

La película es un escándalo.... de lo buena que es. Nunca se ha hecho algo así, ni se hará ya, desde luego. Si ya en 1969 soplaban otros aires, ahora en 2023 sopla el aire, pero de otro planeta..., ahora las cosas van por otros derroteros, bien lo sabemos. Fue el fracaso de la Revolución Contracultural de los 60 lo que nos trajo hasta aquí, por desgracia. Mayo del 68 fracasó, el Verano del Amor fracasó, y quedó luego una gigantesca resaca, que aún estamos sufriendo. De aquellos barros (Woodstock, Glastonbury, etc.) vinieron estos lodos. Estos dos muchachos se pasean con sus motos gigantescas por un país gigantesco, pero con lugareños con un cerebro de rata. Es una road movie en clave documental, en donde el diálogo es lo de menos. Hopper pretendía mostrar, no montar un dramón estilo Hollywood clásico. Cada secuencia está pensada, sui generis, y desde luego que la Generación Beat, y On the Road de Kerouac en particular, están presentes aquí, es el espíritu que la anima. Pero, en lugar del jazz más libre, el rock, la música de la libertad entonces.

Estos hombres han nacido para ser salvajes, y así van por la vida. Libres, sin la atadura del tiempo. Drogados, cierto, porque se pensaba que estas drogas abrían la mente. Todo lo que otros ven soporífero, a mí me encanta. ¿¡La secuencia de la comuna? ¡una maravilla, hombre! Ese travelling lateral, mostrando los distintos rostros, tan distintos y tan parecidos, es una maravilla (pensé en la secuencia inicial de La flauta mágica de Bergman, con ese desfile de rostros). Todo fluye, de la forma más espontánea y precisa. Todo es un viaje, hasta que el viaje se acaba. Cuando aparece Jack Nicholson, como el abogado borrachuzo George Hanson, es verdad que la cosa se anima un poco, y que el hombre lo hace muy bien, y que nos anuncia su papelón en Alguien voló sobre el nido del cuco (seis años después), pero tampoco es para decir que es lo mejor de la película. Luego la peli sigue sin él, y viene el momento cumbre, el clímax: New Orleans, el desfile de carnaval, el Mardi Gras. Que está filmado cámara en mano, en estilo documental, como era el sueño de los chicos de Dogma 95 (la última revolución del cine, hasta la fecha). Si maravillosa es esta secuencia de la fiesta por las calles de una ciudad mítica, no menos monstruosa es la secuencia que le sigue, la secuencia del "viaje de LSD" en el cementerio, que es una obra maestra sin paliativos. ¡Jódete, Jonas Mekas, joderos todos los cineastas alternativos y underground! Esta secuencia es puro cine experimental, de una fuerza tan poderosa, que no tiene paragón. Y de ahí, hasta el final, es ya todo cuesta abajo, claro. Porque en un país sin libertad auténtica, en donde llevar el pelo largo es poco menos que delito, ¿qué te puedes esperar?
Lukas
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