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Argentina Argentina · Argentina
Voto de Crotalus:
8
Drama Edith es una joven judía deportada a un campo de exterminio, donde pierde a su familia. Ella se salva porque acepta desempeñar la función de Kapo, prisionero privilegiado cuya misión consiste en vigilar a los demás presos. Edith se adaptará a las formas brutales y despiadadas de sus carceleros hasta que se enamora de un prisionero soviético. (FILMAFFINITY)
9 de abril de 2017
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que la razón primigenia por la que decidí ver “Kapò” fue la curiosidad por descubrir qué era la abyección en el cine, concepto que no lograba comprender en profundidad. Y esa curiosidad surge, como podrán imaginar, a partir de la crítica a Kapò que hizo Jacques Rivette, columnista y director de la épica Cahiers du Cinéma. En la misma, Rivette decía, allá por 1961: “Observen en Kapò, el plano en que Riva se suicida, arrojándose sobre las alambradas electrificadas: el hombre que decide, en ese momento, hacer un travelling hacia adelante para reencuadrar el cadáver en un contra-picado, ocupándose de inscribir exactamente la mano alzada en un ángulo de su encuadre final, ese hombre sólo tiene derecho al más profundo desprecio”. Eso decía Rivette a los poco más de treinta años de edad.
Ahora bien, vamos a la definición de abyecto: despreciable o vil. Rivette calificaba de este modo a Pontecorvo porque consideraba que éste estilizaba el horror. Mucho le faltaría por ver y muy frescas tendría en sus retinas las imágenes de “Noche y Niebla” (mediometraje de A. Resnais, uno de los más desgarradores documentos fílmicos de la historia, construido con las imágenes capturadas por las tropas aliadas cuando liberaron los campos de concentración nazis) para emitir desde el lugar de privilegio que le otorgaba escribir para Cahiers semejante sentencia sobre Pontecorvo.
Finalmente vi “Kapò”. Y francamente, no encontré abyección. Que me disculpen los adoradores de la cultura del celuloide, pero lo que encontré fue una película interesante, valiente en su relato para la época en que fue realizada, lejos de los tanques, las bombas y los finales llenos de héroes y condecoraciones. Inevitable recordar al verla, al gran libro de Viktor Frankl, “El hombre en busca de sentido”, pero aún así, Pontecorvo tuvo la virtud de no dejarnos tentar juzgando a Edith, sino que demostró la sabiduría suficiente para que podamos comprenderla.
¿Qué queda por decir sobre la abyección? Si es tan detestable en el cine como en cualquier otra disciplina artística ¿qué opinión nos merece todo el arte renacentista, con mártires, sangre y tormento a toneladas? Y más aún ¿qué nos queda por decir de escenas como la de la aclamada (y por mí odiada) “Más allá de las fronteras”? Allí A. Jolie, en la toma que todos recordarán, se acerca a un niño desnutrido y al buitre que está a su lado esperando que muera para devorar su carroña. Sólo esa escena me dio ganas de vomitar. Y ni hablar de la ganadora del Oscar, la primera primerísima en mi lista de películas odiadas: “La vida es bella”. En esta la abyección es terrible, porque trasciende lo estético, la abyección es conceptual. Podríamos seguir con la lista de abyecciones en el cine que a ningún director le valieron el precio que pagó injustamente Pontecorvo y frente a las cuales, que yo sepa, Rivette no expresó jamás públicamente desacuerdo alguno.
Valga solamente esta opinión para salvar la memoria de Gilles Pontecorvo, recomendar su cine -“La batalla de Argel”, obra maestra- y manifestarme en contra de tanta afectación culturosa y cobarde que durante décadas rondó en torno a su cine.
Crotalus
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