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Argentina Argentina · Argentina
Voto de Crotalus:
10
Drama Ante la proximidad de la muerte de una de ellas, tres hermanas se reúnen en la vieja mansión familiar. Una vez en la casa, comienzan a recordar el pasado, y cuando la enferma entra en la agonía desvela la parte más oscura y tortuosa de su vida. (FILMAFFINITY)
5 de junio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si prefiero “Fanny y Alexander”, “Sonata de Otoño” o “Fresas salvajes” más que “Gritos y Susurros”. Resulta más accesible el cine que se explica a sí mismo, el cine que no usa en exceso la elipsis, porque ese exceso resulta incómodo, porque a veces no basta para captar la naturaleza de los personajes (lograda con excelencia en esta película) sino que se necesita conocer a qué se debe la construcción de esa naturaleza. Si no podemos acceder a ese origen llenamos esos huecos con los que se nos ocurre o con nada, que es mucho peor. Somos memoria, somos historia, somos una consecuencia, y esa concatenación es la que no está del todo presente en estas tres hermanas y en su sirvienta.
Seguramente Bergman lo ha hecho así por alguna razón que no logro comprender, pero eso no va en detrimento de la admiración que esta película me ha generado.
En “Gritos y Susurros” hay un uso de lo simbólico que nos obliga todo el tiempo a interpretar más que a ver, un uso del color que nos captura, una escenografía y un vestuario que nos subyuga y nos conduce hacia el otro lado de la pantalla, y actuaciones absolutamente geniales, sobre todo y por encima de todas las demás, la de Harriet Andersson (Agnes)
La película tiene a flor de piel el odio, la abnegación, el cinismo y la soledad, en la piel de Karin, de Anna, de María y de Agnes. Pero no sabemos por qué, sólo podemos imaginarlo, especular sobre la raíz de sus emociones aunque esa limitación no nos impide percibirlas en toda su intensidad. Y, creo, allí está la grandeza de Bergman, que puede permitirse no decirnos lo que no nos quiere decir a la vez que nos hipnotiza desde el primer minuto. Aunque no seamos eruditos del cine, sólo si somos permeables al arte, ver esta película será una experiencia inolvidable.
El primero de los primerísimos primeros planos de Agnes: su sufrimiento. El siguiente: su ternura por María y un instante de rencor, de un resentimiento que adivinamos lejano, profundo. Y reprimido. Sólo esos primeros minutos valen lo que una obra completa, pero después nos da más, nos da la ambigüedad de María, la bondad y la sabiduría de Anna (Kari Sylwan, imposible no recordar en su cara a “La lechera” o a la mujer de “La lección de música” o a otras mujeres de Vermeer), el interior oscuro y misterioso de Karin. Y la muerte rodeándolo todo, hasta la penúltima escena, cargada de toda la frivolidad del mundo, de ese mundo habitado por personas que no se conciben mortales porque les es inasible el concepto mismo de la muerte y por eso han vuelto su cara hacia otra parte o han desesperado cuando ésta les susurra desde la voz de Agnes compañía, compasión.
Sólo Anna, encarna el amor, un amor que es tan grande que eclipsa el sufrimiento y calma el dolor de otros. Un personaje que rinde homenaje a la grandeza de los invisibles que hacen que el mundo no colapse bajo el peso de la indiferencia, el odio y la codicia.
Una película impresionante, grandiosa, de un humanismo profundo y auténtico, para ver con el corazón abierto.
Crotalus
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