Me gustan los sabores nuevos, en la cocina y en el cine. Así que me dispuse a saborear una serie turca, nada habitual en nuestra dieta cinéfila habitual. Globalmente resulta interesante, tanto por su estilo, como por sus interpretaciones, su fotografía y su ambientación. Nos encontramos en la Estambul actual, hoy, más que nunca, mezcla de culturas y civilizaciones. Y la serie lo refleja: gente que sigue las tradiciones islámicas y gente que pasa completamente de ellas. Quizás ese es el asunto más interesante, y que se refleja, especialmente, en los 4 primeros capítulos. Uno espera que los 4 siguientes, lleven a una exploración más en profundidad de esa gran contradicción en la que vive la sociedad turca. Pero no: parece como si los guionistas hubieran tenido miedo de aventurarse más en esa dirección (supongo que puede conllevar ciertos riesgos), y en la segunda parte se centran más en los dramas familiares de unas familias bastante tradicionales. Y la perspectiva sociológica se pierde. El final es abiertamente conciliador y a mi modo de ver, excesivamente dulce. Una pena, porque prometía más-.