La obra maestra de Joseph H. Lewis contiene una de las interpretaciones femeninas más logradas que se han visto nunca en el cine norteamericano. La cinta, como otras tantas del género, narra el dominio emocional y psicológico que ejerce una mujer sobre el protagonista de carácter sumiso, que cae rendido a sus encantos sin importar las consecuencias.

Bart es un adolescente obsesionado con las armas, lo que le llevará a ser internado en un reformatorio. Después de dar clases de tiro en el ejército, nuestro protagonista vuelve a su pueblo, donde conocerá a una mujer fatal que malvive como pistolera en una barraca de feria. A partir de ahí la pareja iniciará un viaje de hurtos y atracos, creando una espiral de violencia de la que no podrán salir bien parados.

El filme reúne todos los ingredientes del género: una "femme fatale" que hace perder el control de la situación a un hombre, escenas de robos muy elaboradas y una fantástica caracterización de los personajes principales, en especial de la psicótica mujer interpretada de manera fabulosa por la bella Peggy Cummins. Bart es retratado como un hombre marginal sin futuro en una época de desesperanza tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. La adicción de Laurie hacia la violencia y la obsesión de Bart con las armas y el poder sexual que ejerce ella sobre él forman un cóctel explosivo difícil de olvidar.

Pese a ser una película de bajo presupuesto, la obra destaca en el plano técnico, con un dominio absoluto del contrapicado, o en escenas como la del atraco al banco rodada en un solo plano. La fotografía se aleja del expresionismo alemán que caracterizaba la puesta en escena en estas obras.

Una obra imprescindible de cine noir, e influyente en la ópera prima de Jean-Luc Godard.