Copiando a Forrest Gump: "Shyamalan es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar".
Esta vez tocaba mala. Parece que la idea no daba más de sí pero ha decidido alargarla más de dos horas. ¿Cómo? Con escenas totalmente prescindibles para lucimiento de James McAvoy (hasta tres veces durante la película nos dedica la "misma" escena para que veamos lo bueno que es). Conversaciones interminables llenas de explicaciones que parecen decir: "soy tan original que no vais a entenderlo si no os hago un croquis". Toda una falta de respeto al espectador. Joder, ¡si hasta su cameo dura casi 10 minutos!
A veces da la sensación de que Shyamalan lleva años intentando copiarse a sí mismo sin conseguirlo. Los giros de guión finales, que se fuerza en incluir porque es lo que se espera de él, se han convertido en una especie de parodia ridícula de lo que un día fue. Aquí, los mete con calzador como si se sintiera obligado.
Casi todo en esta película resulta artificial y autoconsciente.
La película tenía una buena premisa y actores solventes (aunque Sarah Paulson, que me encanta en American Horror Story, aquí está horrible. Como si no acabara de sentirse cómoda con el papel). Una oportunidad inmejorable para cerrar su trilogía en todo lo alto y, sin embargo, uno sale del cine con la sensación de que le han dejado a medias, de que Shyamalan no ha sido capaz de culminar lo que empezó.
Nos merecíamos otra cosa. ¿Tocará cal en la siguiente?