Extraordinario esfuerzo realizado detrás de las cámaras así como asombrosa la perseverancia para conseguir gran parte de las imágenes: las secuencias en «time-lapse» (técnica aquí conocida como «cámara rápida»), las tomas en los polos, las submarinas, las aéreas, las nocturnas, las de la fauna, etc. Todo un colosal esfuerzo que, reunido en una sola cinta, resulta sobrecogedor y espectacular.

Ahora bien, hay otras cosas que me han gustado mucho menos. Por ejemplo la banda sonora. Por más que la música proceda de la filarmónica de Berlín, resulta excesivamente apabullante y dramática, restando protagonismo a la imagen, estrella única e indiscutible de la cinta. También me cansé del constante bombardeo de los potentes graves añadidos a las escenas de movimiento. Qué despropósito. Otro: la voz en off sobra. ¿Porqué nos cuentan, por ejemplo, que «el día se acaba», cuando ya vemos por nosotros mismos que el sol se pone? Es digno de un documental al uso para gente estúpida. Más: las escenas de crías de animales, al más puro estilo Walt Disney -repelente música risueña incluída-, sobran en un contexto de una producción de estas características.

Aparte de los consabidos tópicos del género (cómo no, ahí están una vez más los tiburones y leones), hay un claro abuso de escenas de osos polares y elefantes, que acaparan casi la mitad del metraje. En cuanto a lo que se presenta como tomas desde el espacio, siento decepcionar al público: no hay ninguna, excepto la efímera del ojo del huracán, filmada desde la ISS. Todo lo demás es producto de un ordenador.

Por último, indignante el mensaje final: “Qué puedes hacer tú para ayudar a salvar al planeta”. Que se dirijan a los gobiernos, y no al sufrido individuo que tiene ya bastantes desventuras para sobrevivir. Dicho mensaje no sólo fomenta un complejo de culpabilidad, sino que resulta una propuesta absolutamente intolerable: el mortal de a pie, el que va al cine, el que paga sus impuestos, el que acaba pagando por todos los despropósitos del gobierno y la sociedad imperantes, precisamente es el menos capaz para frenar algo tan inabarcable como el (presunto) cambio climático. Los que realmente podrían influír en el asunto -los gobernantes y los empresarios- verdaderos dueños del planeta, se siguen frotando las manos y dando la espalda. Mientras ellos no muevan ficha, todo lo demás es inútil. ¿Sabíais que, por ejemplo, un avión de Paris a New York consume la misma cantidad de combustible que consumirá tu coche durante toda tu vida?

Resumiendo, califico el filme de "interesante", única y exclusivamente por la fotografía, soberbia. Todo lo demás, a mi juicio, podría eliminarse, o como mucho, complementarse con un fondo musical neutro. Podría haber sido una segunda parte del maravilloso film «Baraka», pero se queda en un documental más.