Las películas sobre dramas médicos pueden llegar a encojer el corazón ante el dolor de otras persona, o generar rechazo por las pocas ganas de tragedias que tiene la mayoría de los espectadores. También puede suceder que aparezca la admiración ante la exposición de la valentía y capacidad de superación del enfermo o de sus familiares, o emoción por el reflejo de un caso real que nos puede haber sucedido a nosotros.
Esta película busca todo eso y más, porque hace uso de ese viejo recurso de utilizar música conocida, en este caso de los años 60, para que nos identifiquemos más con los gustos de los personajes y sus recuerdos de un tiempo mejor (o no, pero por lo menos recordable). El caso es que hacer una película con un esquema ya planteado muchas veces y con recursos narrativos de una eficacia ya demostrada en muchos títulos similares a este, no es problema para que consigan volver a emocionarnos hasta llorar, reír, amar y creer en los seres humanos. Y esta película lo logra, sin ninguna duda.