The Florida Project

En los alrededores del parque de atracciones de Disney, en Orlando, Florida, maquillados de llamativas tonalidades pastel, donde el rosa predomina con exultante descaro, hoteles de todas las categorías y precios, restaurantes, heladerías, supermercados, tiendas de regalos, de ropa, souvenirs, jugueterías y todo lo humanamente imaginable, se alinean interminables con el fin de satisfacer los caprichos y necesidades de un consumidor dispuesto a estirar su presupuesto en un viaje que supone el sueño de toda una vida y no volverá a repetirse.
Pero entre la onírica irrealidad planetaria de un cuento de hadas -pues no es oro todo lo que reluce-, la vida y anhelos de una población menos favorecida, la de los desamparados e injustamente excluidos del mundo de la fantasía, late con igual o mayor intensidad que la de sus despreocupados visitantes. Moteles de mala muerte, destartalados e insalubres, en los que por mil dólares al mes se alojan en habitaciones mugrosas familias enteras, proliferan en el extrarradio de este mítico paraíso infantil como indeseables y molestos invitados. Y esa tropa de infelices desdichados sobrevive como puede recogiendo las migajas de aquellos más afortunados que se sientan en la mesa de la abundancia.
El director estadounidense Sean Baker ha hecho una arriesgada y hermosa película que huye de ese dramatismo tremendista tan facilón como socorrido, basándose en un sencillo y original guion, aparentemente desenfadado en la superficie pero que esconde en su interior una realidad terriblemente dolorosa. La comprensión, sensibilidad y también el profundo respeto que Baker muestra por sus desvalidas criaturas añade valor y dota de sentido humano esta preciosa película.
Y no puedes evitar amar a Moonee -interpretada por la diminuta Brooklin Prince-, que termina por enamorarte y robarte el corazón. Una diablilla atrevida y deslenguada de seis años que corretea, libre de ataduras, de un lado a otro, ajena a la adversidad que le rodea, creando todo tipo de problemas, haciendo la vida de cuadros a todo adulto que se cruza en su camino y complicando la existencia del bueno y paciente Bobby (Villem Dafoe), encargado y mozo para lo que usted ordene y mande del "Magic Castle", el motel en donde Moonee comparte habitación con su joven madre Halley (Bria Vinate), una mujer extraviada, inmensamente frágil e indefensa, tatuada hasta las cejas y atrapada en la lúgubre profundidad de un pozo del que se ve incapaz de salir.
Finalmente, el espejismo resplandeciente de Disney y su fábrica de sueños, ansiado destino de millones de seres llegados desde todos los rincones del mundo, contrasta brutalmente con una realidad tan próxima y lacerante que desgarra la conciencia de cualquier espectador que aún conserve la decencia de mirar de frente las vergonzosas desigualdades de una sociedad que hemos ayudado a construir entre todos.

Emilio Castelló Barreneche