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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
7
Drama En los años 50, un padre afroamericano lucha contra los prejuicios raciales mientras trata de sacar adelante a su familia en una serie de eventos fundamentales en su vida para él y para los suyos. Denzel Washington lleva al cine una obra de teatro que ya interpretó en Broadway. (FILMAFFINITY)
5 de marzo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fences

Una semana antes que yo, el 27 de abril de 1945, nació August Wilson en la ciudad de Pittsburgh y creció en un barrio muy humilde habitado por inmigrantes y gente de color, hijo de un irresponsable panadero de origen alemán y de una madre afroamericana. Su señor padre, después de dejar a su esposa Daisy Wilson sola y felizmente acompañada de cuatro hermosas criaturas de las que August era la menor, desapareció sin dejar más rastro que el aroma a alcohol impregnado en cada rincón de su casa. Esa fue una de las razones por las que August utilizó el apellido de su madre apenas tuvo conciencia. Pero a pesar de tan azorosos antecedentes, su persistente empeño y talento excepcional lo llevaron en 1987 a ganar el Pulitzer y el Tony por su espléndida pieza teatral "Fences", estrenada en Broadway con gran éxito; los dos principales papeles fueron interpretados por Denzel Washington y Viola Davis, dando vida a Troy y a su abnegada esposa Rose respectivamente.
Treinta años después el propio Washington produce, dirige e interpreta, junto a su antigua compañera Davis, la versión cinematográfica de aquella obra que tan bien conocen y tantos aplausos cosechó en su tiempo. Estos dos formidables actores, con un dominio absoluto de la escena, subliman y hacen creíbles sus personajes hasta dejarlos en carne viva.
Situada en los años 50, la obra es potente, de una fuerza arrolladora y desgarradoramente humana, es demoledor el poder de sus diálogos, un drama doméstico que muestra la dolorosa realidad de muchas familias, cuyas tragedias tiene su origen en la marginación y discriminación padecida durante siglos, en la insoportable pobreza, aferradas a costumbres y hábitos mal entendidos que las debilitan aún más, condenándolas finalmente a una situación de continua frustación y fracaso maniatadas a una noria que no parece detenerse nunca.
Existen soberbias películas que no son sino adaptaciones de obras teatrales. Esa adaptación es de todo punto necesaria pues el lenguaje del cine no es el mismo que utiliza el teatro. Y es por aquí donde tal vez Washington derrapa. En su afán de mantenerse rigurosamente fiel al libreto teatral, no respeta esa condición indispensable, de manera que encorseta a sus actores y a si mismo, dando en ocasiones la sensación de moverse como autómatas lastrados por las limitaciones que su director les impone. El cine no es teatro y requiere de notables modificaciones. El ritmo en la pantalla se hace más trepidante, los diálogos que en el teatro se suceden de manera incontinente, en el cine requieren de ciertas pausas para evitar convertirse en un mareante carrusel verborreíco, así como monótomos y lentos los movimientos de los actores si se intenta trasladarlos al cine tal cual lo hacían sobre el escenario. De forma que en un peligrosísimo y arriesgado triple mortal, Washignton ha pretendido saltarse a la torera estas reglas soberanas para unir sin argamasa dos universos que aunque comparten rasgos comunes son de distinta naturaleza. De cualquier manera el contenido de "Fences" es tan estremecedoramente asolador, tan vigoroso, rotundo y convincente, que la película te mantiene, a pesar de sus casi dos horas y media de duración, en permanente estado de alerta, embebido y atrapado sin remedio en el apasionante desarrollo de este durísimo drama que vuela hacia alturas insospechadas. No lo duden, acudan a verla, habrán invertido bien su tiempo y su dinero.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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