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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Drama Barrio madrileño de Maravillas. Eloísa es una abnegada esposa y madre eficiente, que vive con su marido, un guardia municipal más autoritario en casa que en la calle y al que a veces se le va la mano. Su hijo es un beato que salió del seminario poco antes de convertirse en sacerdote, y que se pasa la vida estudiando y rezando para expiar los pecados de su familia. Las hijas, dos hermanas, obsesionadas cada una a su manera por la ... [+]
10 de octubre de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo sigue

“Verás maltratados a los inocentes, perdonados los culpados, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos, y poder más en todos los negocios el favor que la virtud”. Fray Luis de Granada (Guía de pecadores).

El texto con que Fernando Fernán-Gómez abre su película preludia lo que se nos avecina. Él fue un hombre inabarcable, inclasificable, de un talento superior y todo lo que hacía, absolutamente todo, lo hacía bien. Como actor, guionista o director, o las tres cosas al tiempo -como ocurre con esta pelicula que hoy reseño- y también como escritor o ensayista; en su afan perfeccionista siempre dejaba impreso un sello tan personal que no era sino su marca de excelencia.
"El mundo sigue” se estrenó prácticamente de forma clandestina en un cine de Bilbao, en el año 65, dos años depués de haber sido realizada. La censura franquista puso toda su maquinaria a trabajar para que la película no se viera. Y así fue; después quedó tristemente enlatada y sufrió el más injusto de los olvidos. Ahora se cumplirían 50 años de su inadvertido estreno.
Porque la cinta es soberbia. Expone y airea todas las miserias de la España de esa época y Fernando lo hace de forma cruda, áspera, sin tapujos, ajustándose a la espantosa realidad de aquel país.
La mentira, la prostitución, la falsedad hipócrita de sacristía; el sentido trasnochado y decimonónico del honor a la española, quijotéscamente entendido, que no provoca sino más dolor; la pobreza, el machismo cruel, exacerbado, la necesidad de dinero por cualquier medio capaz de cambiar unos valores sujetos, ya de por sí, con alfileres, están perfectamente retratados. Una sombría y deprimente sociedad que se mueve en el lodazal humillante de la miseria.

Y cuando Fernán-Gómez reproduce magistralmente el ambiente del Madrid callejero, sus bares, sus personajes de barrio, la mala educación, la ignorancia, el menesteroso ambiente del fútbol y las quinielas, la pobreza material y moral, las insalubres, húmedas y sofocantes viviendas, el alma del espectador se desmorona.
¿Me pregunto, si en la primera mitad de la década de los 50 cuando el neorrealismo italiano estalla de éxito, de no haber sido aquí mutilados por un regimen opresor y represor que aplicó la censura de forma implacable, nuestros Fernán-Gomez, Berlanga o Bardem no hubieran competido con los Sica, Rossellini o Visconti? ¿Si no hubieran logrado, tal vez, rayar a su misma altura de haber contado con la misma libertad de los italianos? Desgraciadamente, nunca lo sabremos.

Llama un tanto la atención el lenguaje cinematográfico que emplea el director, demasiado teatral y melodramático para mi gusto cuando en esa época el cine ya utilizaba métodos no tan marcadamente expresivos y más alejados de la influencia del teatro; pero, finalmente, ello no le resta tensión ni dismuye su interés a lo largo del metraje. 

El guion es sólido, está muy bien trenzado y utiliza recursos muy novedosos para su tiempo. El elenco de actores merece -en particular Gemma Cuervo y Lina Canalejas, dos hermanas unidas por un odio atroz e irreconciliable- mención especial pues realizan un magnífico trabajo que es justo destacar.

De forma que, queridos amigos, más vale tarde que nunca, con algo de retraso, 50 años no son nada, he podido ver esta estupenda y desgarradora película.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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