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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Drama Sachi, Yoshino y Chika son tres hermanas que viven en Kamakura (Japón), en la casa de su abuela. Un día reciben la noticia de la muerte de su padre, que las abandonó cuando eran pequeñas. En el funeral conocen a la hija que su padre tuvo trece años antes y pronto las cuatro hermanas deciden vivir juntas. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2020
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Nuestra hermana pequeña

Cómo me gusta el cine del japonés Hirokazu Koreeda. Disfruto cada una de sus películas al tiempo que me invade un inexplicable sentimiento de paz y tranquilidad, me relajan, tienen lavirtud de atraparme en su poética y sutil narrativa al punto de que el tiempo se deshace en fragmentos tan insignificantes que me liberan de su pesada carga independientemente de la duración del metraje.
Al menos otras tres de sus películas -“Después de la tormenta”, “Un asunto de familia” y “La verdad”- han sido reseñadas por mí en su momento por lo que, mis improbables lectores habrán tomado buena nota del entusiasmo que este singular director despierta en este su humilde narrador.
Sin grandes dramatismos, Koreeda asume con naturalidad las desgracias y contrariedades de la vida, plasma una manera de entenderla, una filosofía o costumbrismo oriental ajenos a las grandielocuentes manifestaciones de dolor occidentales derivadas, muy probablemente, de nuestro pasado helénico, tan proclive a las hiperbólicas demostraciones de aflicción en las que la tragedia cobraba un sentido épico y trascendental donde dioses y hombres se consumían en la misma hoguera.
En “Nuestra hermana pequeña”, se identifican las inconfundibles huellas de su estilo, sus personajes son gente sencilla que, sin embargo, transmiten, sin alardes de exagerada gestualidad, todo el estremecimiento y la emoción de sus adversidades. No necesitan abrazarse o besarse, ni siquiera tocarse para advertir el profundo amor, respeto y ternura que se profesan. El secreto está en los gestos, las miradas, la delicadeza del trato y la exquisita naturalidad de los diálogos sabiamente esparcidos a lo largo de un guion que discurre parsimonioso pero se desliza con asombrosa fluidez. La lentitud con la que Koreeda desgrana sus historias, esa sosegada dilación, lejos de suponer un inconveniene, nos ofrecen la oportunidad de admirar la belleza de su fotografía, la apacible luz de los amaneceres o la dócil aparición de la flor de los cerezos.
Koreeda saca lo mejor de nosotros, nos reconcilia con la humanidad y, al terminar la película, nos invade una sensación de bienestar impensable antes de que este hombre nos envolviera en su mágico universo.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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