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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
7
Drama La víspera del día de Navidad, un ciclista es atropellado de noche por un lujoso todoterreno. El desgraciado accidente cambiará el destino de dos familias: la del millonario Giovanni Bernaschi, un especulador financiero que ha creado un fondo que ofrece un 40 por ciento de interés anual, atrayendo y esquilmando a los crédulos inversores, y la de Dino Ossola, un ambicioso agente inmobiliario cuya empresa está al borde de la quiebra. (FILMAFFINITY) [+]
13 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El capital humano

Muchas empresas, aseguradoras o instituciones de negocios, emplean hoy un nuevo y rocambolesco sistema a la hora de liquidar o indemnizar, al que han dado en llamar “el capital humano”. Dependiendo de la edad, antecedentes clínicos, salud física y mental, esperanza de vida y otras muy diversas circunstancias que atañen al individuo o familia en cuestión, fijan el monto de la cantidad a pagar. Nuevos tiempos, nuevos métodos; finalmente, mismas trampas, mismos abusos sobre la misma clase oprimida de siempre.

De ahí deriva el título de esta muy buena película italiana de Paolo Virzi, inspirada en la novela que aunque su autor el norteamericano Stephen Amidon situó en Connecticut ha sido hábilmente trasplantada por Virzi y adaptada a la muy reconocible -aunque no tan diferente de cualquier otro lugar del mundo- realidad de Italia en una región al sur de este babélico país.

Virzi contruye un guión, si no totalmente novedoso, genial. Sus continuos saltos narrativos encajan con precisión milimétrica, hacen del conjunto un artefacto tan impecable como efectivo y tienen la virtud de ir desvelando la trama paso a paso con increíble pericia, de forma que el espectador no descubrirá hasta el final cómo ocurrieron los hechos. 
Además, todos y cada uno de los personajes encaran su papel con absoluta solvencia: desde el prototipo aborrecible e insaciable tiburón de las finanzas; su abatida esposa, tan aburrida como insatisfecha tratando de encontrar algún sentido a su vida; el niño-bien, hijo de la atribulada pareja, braceando a ciegas en la más absoluta estupidez; un infeliz y codicioso arribista que quiere participar en un banquete al que no ha sido invitado, hasta, finalmente, una dulce y bella adolescente atrapada sin remedio en un callejón tan sombrío como desconocido, son algunas de las piezas de un puzzle creíble y fielmente adosado a la pavorosa realidad en la que vivimos.

No es éste precisamente el retablo de una sociedad que nos haga soñar o corone la cima de nuestras aspiraciones. Al contrario, es su cara más grotesca y deleznable. Aquella que hemos construido entre todos y probablemete también la que nos merecemos a pesar de que el director, en un arrebato de inexplicable flaqueza, me imagino, suaviza un final que podía haber terminado infinitamente peor. 

Y es que a mí, qué quieren que les diga, este tipo de peliculas me parecen muy recomendables e higiénicamente necesarias porque reproducen como un espejo nuestra propia fealdad y porque, con frecuencia, este retrato truculento de nosotros mismos, se nos olvida.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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