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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
7
Comedia Desde los tiempos de Lord Byron y otros famosos poetas, los ingleses amaron Italia y la describieron con pasión. Ahora Steve Coogan y Rob Brydon la recorren con la intención de apoderarse de sus mujeres y sus mejores y más sofisticadas comidas en seis regiones diferentes de la bella Italia: Piemonte, Liguria, Toscana, Roma, Napoli, la Costiera Amalfitana y Capri. Una comedia sobre el placer de vivir, de viajar y de comer. (FILMAFFINITY) [+]
31 de octubre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viaje a Italia

Qué bonita, deliciosa y elegante película ha hecho el director británico Michael Winterbottom que cuenta en su haber con una extensa filmografía y conseva en sus vitrinas un "Oso de Oro" y un "BAFTA" entre otros galardones. Aunque este su último trabajo, por razones que ignoro, llega a nuestras pantallas con dos años de retraso, es una bendición -más vale tarde que nunca- poder disfrutar de esta originalísima cinta de cuyo guion también él es responsable.
En realidad "Viaje a Italia" tiene su precedente en "The Trip" (2010) en el que una pareja de brillantes guionistas y actores muy populares en el Reino Unido y amigos en la vida real -Steve Coogan y Rob Brydon, británico uno y el otro galés-, se interpretan a sí mismos y atraviesan la campiña inglesa en un viaje gastronómico, visitando los mejores y más afamados restaurantes de su país. Y Winterbottom repite en "Viaje a Italia" parecida fórmula, de nuevo con la genial pareja que en esta ocasión cubre en coche el trayecto de norte a sur por las regiones de Liguria, Toscana, Roma, Amalfi y Capri.
Este par de buenos amigos, pícaros, cautivadores, bon-vivants de irreprimible vocación, cultos e inteligentes, ya cincuentones -coincidentemente nacieron en el mismo año de 1965-, nos ofrecen chispeantes sobremesas repletas de sabrosísimo e irreverente humor; de manera espontánea, ocurrentes charlas sobre lo divino y lo humano brincotean de un tema a otro, salpicadas siempre de penetrante ironía y del más corrosivo sarcasmo bajo la cegadora luz mediterránea. La atención del espectador, puesta a prueba cada segundo, deberá de permanecer muy despierta si desea seguir los hilarantes e ilustrativos diálogos de este mareante carrusel verborreíco que gira sin parar un solo instante. Nos asombrarán con divertidas anécdotas y formidables imitaciones de míticos personajes del cine de cuya mordacidad no se salvarán Michael Caine, Marlon Brando, Tom Hardy, Alfred Hitchcock, Hugh Grant, ni Humphrey Bogart, entre otros.
Se alojarán en lugares de ensueño inalcanzables para el común de los mortales, antiguos caserones y magníficos palacios ahora convertidos en exclusivos hoteles discretamente escondidos y estratégicamente situados al borde de los soberbios acantilados que se extienden a lo largo de la costa amalfitana y en donde las vistas adquieren categoría de belleza indescriptible.
Nuestros protagonistas siguen la huella de Byron, Shelley y Keats que tienen relevante presencia en este recorrido. Los dos primeros, por diferentes motivos -un sonado escándalo familiar el uno y discrepacias políticas y religiosas el otro-, se exiliaron a la bella Italia y Keats, ya enfermo, llegó invitado por Shelley. Desde entonces este país formó, inevitablemente, parte importante del acervo cultural que quedó impreso en la obra imperecedera de estos insignes poetas británicos. De manera que al inicio de su viaje en Génova conoceremos "Villa Saluzo" último refugio de Byron antes de zarpar hacia Grecia; veremos la "Casa Magni en Lerici", en la que habitaron Shelley junto a su esposa Mary en el momento en que éste encontraría la muerte en un trágico naufragio y harán una parada en la playa de Viareggio donde quemaron su cuerpo ante la presencia de Byron y Trelawney; para acabar, y no extenderme demasiado, nos acercarán al museo Keats-Shelley en Roma y a la casa de Keats cuando la tisis acabó con su vida.
Al final, Winterbottom, supongo que con la intención de humanizarlos un poco y disminuir la intensidad de tanto glamour, deja planear sobre la figura de nuestros ingeniosos anfitriones -y parece que ellos, obviamente, lo aceptan con total normalidad- un halo de adversidad que afecta a la intimidad de sus respectivas vidas domésticas tal y como, por otro lado, ocurre en el ámbito familiar de cualquier individuo.
He visto esta película con verdadero agrado y al finalizar me acometen irresistibles deseos de realizar algún día ese mismo viaje aun sospechando que, llegado el momento, deberé rebajar sustancialmente ciertas pretensiones en donde las posibilidades de mi bolsillo juegan, desgraciadamente, un papel determinante.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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