Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Montana:
8
8,2
5.828
Documental Doce años después de la Liberación y del descubrimiento de los campos de concentración nazis, Alain Resnais entra en el desierto y siniestro campo de Auschwitz. Lentos travellings en color sobre la arquitectura despoblada, donde la hierba crece de nuevo, alternan con imágenes de archivo (en blanco y negro, rodadas en 1944) que reconstruyen la inimaginable tragedia que sufrieron los prisioneros así como las causas y las consecuencias de ... [+]
12 de septiembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un documental verdaderamente impactante. Las imágenes recogidas en él son de una crudeza extrema. Nada inquieta más a un ser humano, creo yo, que presenciar escenas de sociedades de insectos, más todavía cuando esa sociedad está compuesta de seres humanos. Dice Northrop Frye en uno de los ensayos recogidos en "Myth and Metaphor" que el proceso de deliberación se parece más a un parlamento que a una monarquía absoluta; añade que de una mente humana se espera que sea el ágora en la que la razón y las pasiones intercambien opiniones para llegar a una conclusión final. En la Alemania nazi, sin embargo, una razón del todo irracional aplasta con guantelete acerado cualquier brizna de simpatía y compasión por los congéneres. Cuando llegamos a las secuencias que muestran el uso que se le daba a los cadáveres de los campos de concentración, uno no puede más que preguntarse qué pasaba por la cabeza de los perpretadores. Pareciera que la civilización se hubiese vuelto del revés, que hubiese atravesado un umbral que la ha llevado a tiempos anteriores a las conquistas de la Hélade, Roma y la Cruz, cuando en Europa todavía había holocaustos y festines de carne humana. No obstante, el horror nazi no es un fenómeno aislado históricamente junto con la inquisición española y el comunismo de corte stalinista, por mucho que al nuevo régimen liberal-demócrata anglosajón le interese vender esa idea. Generalmente, en una fase ya avanzada por la que pasan todas las civilizaciones, previo a la constitución de un imperio universal, suele haber guerras como jamás se han visto antes, guerras en las que el enemigo acaba totalmente deshumanizado y se cometen las mayores atrocidades de las que se tiene constancia. Véanse, si no, las acciones emprendidas por Asiria contra otros reinos mesopotámicos, las de Roma contra Cartago o la Dacia, las de los aztecas contra sus pueblos vasallos, las de los japoneses contra otros japoneses en el período Sengoku... Estas sociedades normalmente no surgen de la nada, son producto de condicionantes históricos, de ambientes sobrecargados de beligerancia en las que a más de uno se le va a ocurrir que o bien nos convertimos en un imperio depredador ultramilitarizado o bien desaparecemos como nación.

Resnais acaba señalando que muchos de los genocidas siguen entre nosotros y sugiriendo que el mal, pese a la derrota del Eje, sigue ahí, en la condición humana. Razón no le falta, aunque, como digo, más que producto del mal, estos episodios de enajenación colectiva pueden ser explicados perfectamente mediante la etnología, la antropología, la psicología y la sociología. Lo vemos en nuestro día a día y en los libros de historia: gran parte de la población es profundamente ignorante, y lo que es peor, arrogante, además, no está interesada en defender la verdad o en tener un mundo más eficiente y justo, sino en vivir de la manera más digna posible. El bien y el mal, por mucha influencia que haya tenido el pensamiento judío en nosotros, no son categorías que uno maneje en el día a día; en la teoría, como universales, sí, podemos hacer de Sócrates y, mediante la mayéutica, extraer esas verdades que todo ser humano conoce; ahora bien, si descendemos del mundo ideal y planteamos problemas reales, descubriremos que, para la mayoría, lo bueno se identifica con lo ventajoso para el individuo y los suyos, y lo malo, con lo perjudicial para el individuo y los suyos.
Montana
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow