Si hay un calificativo que le cuadra perfectamente a esta película de Corman es: Interesante.

Ciertamente los puntos de interés son lo suficientemente atractivos como para disimular las carencias de la película que las tiene y muchas.

Así, resulta interesante la colaboración en las tareas de dirección de Coppola, Monte Hellman (el de Carretera asfaltada en dos direcciones) y hasta el propio Jack Nicholson hizo sus “pinitos” directivos.

No menos interesante resulta la presencia de uno de los actores “terroríficos” por excelencia, Boris Karloff, quien, al parecer, tenía un contrato draconiano con Roger Corman que le obligaba a buscar “huecos” entre sus distintos trabajos para ponerse a las órdenes de éste.

Interesante resulta también, ¡qué duda cabe! ser espectadores de uno de los primeros papeles protagonistas de Nicholson, al que debo reconocer lo encontré mucho más comedido que en posteriores trabajos.

Y si a eso le sumamos que la idea surge y se rueda en poco más de un fin de semana lluvioso y sin partido de tenis, con un guionista trabajando sobre la marcha (algo similar a lo que ocurre ahora con las series de TV) y un director de fotografía filmando a golpe de pito más o menos, aprovechando decorados e incluso filmaciones de trabajos anteriores, pues nuestro interés va “in crescendo”.

Vamos, que hasta comprendemos y disculpamos sus “defectillos”

Les contaré algo: Cuando vi La mascara de la muerte roja esperaba encontrarme frente a una obra maestra del cine y el chasco fue enorme. Ahora, cuando me esperaba el más bodrio de los bodrios que en el mundo han sido pues lo que he encontrado ha sido eso, lo que les dije, una película: Interesante.