Allá por los 50 Burt Lancaster en lo mejor de su carrera y con sus dotes de trapecista se decidió a filmar una especie de historia de un Robin Hood equilibrista llamado Dardo, cuyo hijo fue robado por su madre, una mujer noble sin escrúpulos para encamarse con cualquier aristócrata con tal de vivir en el esplendor.

Arranca sí los periplos de Dardo y su banda, que lucharán para recuperar al chico usando a Virgina Mayo, una duquesa sobrina del Halcón, aquel vilano a quien quiere la ex-mujer de Dardo.

Desde entonces comienza el auténtico cine de oro. La estética más brillante, los decorados más entrañables de una Edad Media recién lograda en el cine sirven como telón de fondo por la lucha de clases y el reconocimiento por parte de Burt Lancaster de una grave preocupación. El hecho de encarar su amor por Mayo y por su deseo de confiar en aquellos en quien no lo hace por un bien común le convierte en un Robin Hood ocasional, mientras los malos malísimos caen sobre su bosque, poniendo en conflicto a sus hijos, a sus nobles y a sus títulos propios, El Reparto impresionante con los números acrobáticos de mayor lucimiento para Lancaster en el que una lucha se ocultaba.

Así consigue la película su objetivo: mostrar amor, reconocimiento, comedia, la película en la que la aventura lo es todo.. Como si de cuento de hadas se tratara el technicolor se apodera de la pantalla, donde todo es posible, el héroe no puede ser más valiente ni cobarde el peor de ellos, la damisela en apuros y la historia original.