Película escrita desde el más simplón punto de vista, sin más atractivo o moraleja que el de la ramplonería y hasta la zafiedad que muestra en su guión.

Es la típica película veraniega de tiburones o cocodrilos asesinos, por eso fui a verla con todas las esperanzas del mundo de encontrarme un producto digno al estilo "Infierno Azul" del año pasado, película maravillosa donde se produce la lucha de Blake Lively entre las olas con aquella bestia azul que emergía para arrebatarle la suya o para destruir sus esperanzas de volver a su vida de nuevo.

Y es esa lucha, esa tensión física de la bestia contra el hombre, un poco al estilo de Arnie contra aquel Depredador de la película original, lo que verdaderamente hace dar vida a estas películas veraniegas que como "Tiburón" pretenden crearnos unas horas completamente absortos en nuestros asientos ante el prodigio de la naturaleza que se compone del enfrentamiento del hombre que nació para "Señorearse" de la tierra según el libro del Génesis, con su inteligencia frente a la fuerza primaria de la bestia de turno.

La inteligencia contra el bestialismo, eso es de lo que carece estos 47 metros de patetismo. Esta es la típica película que se puede contar no alabando sus atributos (para el que los vea) sino para contar de todo aquello de lo que carece.
En ningún momento hay ese desafío, esa lucha que se espera de este tipo de películas de verano, que nos crea la perfecta tensión que buscamos, que esperamos. Ver la lucha interior más que exterior de un personaje.

Aquí como heroínas no tenemos al sargento de "Tiburón" ni a Arnie, ni a Blake Lively, sino a dos actrices patéticas en estos papeles vacíos como son Claire Holt (me importa un bledo que salga en "Los Originales". puede que su papel allí sea de Óscar pero aquí dista mucho) y Mandy Moore, como dos hermanitas que viven y respiran para los hombres, para complacerlos, ser su alfombra, darles celos o ligarlos.
De repente aceptan como turistas americanas en México el tener la experiencia de ver de cerca a los tiburones más grandes de la zona haciendo submarinismo y aquí empieza el lío.

Incapaces de hacernos sentir nada más que su propia inutilidad actoral en Hollywood, estas actrices al igual que sus personajes son el foco principal de una historia en la que eché de menos más la presencia de un buen veterano como Mathew Modine, pues tener que aguantar las idas y las venidas de estas siliconadas protagonistas durante dos horas y su incapacidad para enfrentarse al peligro que las acecha es realmente insultante.

El guión carece de la capacidad del ser humano de sobrevivir, su crecimiento en los momentos difíciles. Los personajes son planos, inútiles, los efectos muy pobres y la película en general una porquería con planos que no se ven claros. El mar es una piscina, los tiburones son figuras digitales, los barcos cutres, la supervivencia inexistente. Los personajes son reducidos a mostrar su lado más inútil, más histérico, estúpido y consiste en aguantarse una al lado de la otra dando vergüenza ajena.
Lo mejor que le podían pasar a estas hermanas de la película es acabar en el estómago de uno de los tiburones. Nunca deseé nada más en una película, es lamentable.