Greta Garbo interpretando a la mejor Mata-Hari del cine, por supuesto.

Fiel a su faceta de espionaje sin embargo su tarea se hará más pesada al pulular entre el amor de muchos hombres, pero los que más, el joven comandante Alexis Rosanoff y el veterano general Serge Shubin.

Sería fácil decir en una primera lectura que es la película en la que Mata se enamora de verdad, pero el mayor encanto de esta versión es ver a la seductora espía debatirse entre su deber y sus sentimientos, subliminados encuanto a Rosanoff, miserables en lo concerniente a Shubin, quien al igual que la tendencia de todas las películas de Garbo tiene una tendencia a la decadencia a partir del segundo acto, hasta el punto de ser mostrado como un viejo verde obsesionado con la bailarina.

Los terceros actos de Greta Garbo y su tipo de cine siempre suele ir acompañado de este evolucionar de los personajes.

Ramon Novarro es la gran revelación de este reparto, con su juventud y gallardía, frente a Garbo, el ritmo de la película crece en su presencia.

Reducido su drama por el ritmo de espionaje, con un toque de cine negro, todo es más robótico, frío y estereotipado que en otras películas de Greta.

Su escena de entrada es la mejor de toda la película, con ese baile exótico que Mata evocaba tan bien generando la visión del antiguo Oriente.