Así es, Cruella De Vil ha cumplido su deuda con la sociedad por el secuestro y la agresión a los 101 Dálmatas de la primera película, a los cuales quería para hacerse un gran abrigo.

Ha estado en prisión, los años han pasado, y ahora gracias a la intervención de un psiquiatra de prisiones con una hipnosis especial jamás volverá a reincidir en sus antiguos crímenes por lo que es absuelta por buena conducta debido a su sano historial mental ahora, siendo una mujer totalmente renovada, con supervisión.

Los siguientes dálmatas deberán de preocuparse, pues Cruella quiere trabajar en algo relacionado con los perritos, para demostrar al mundo que su trauma con ellos es historia. Glenn Close se pone de nuevo en la piel nunca mejor dicho de la asesina diseñadora de alta moda y nos hace pasar dos horas llenas de comedia, de aventura y de ternura.

Con un reparto que suena grande en los nombres de Close y Depardieu, quien es uno de sus estilistas personajes engrandecen la comedia, pero la presencia de Alice Evans interesante al principio y cursi al final gracias a Ioan Gruffud y sus payasadas en la perrera, no hacen que esta película triunfe del todo, pero sí que brille de alguna manera como continuación de la primera, para mí mucho más fiel al texto, pero repipi y estúpida.

Cruella escucha el Big Ben y todo cambia.
Su contrato millonario corre paralelo con su comportamiento, el cual será sometido a examen y a otros puntos como su trabajo.

La presencia de los nuevos animales que serán los verdaderos héroes incluye a un loro sin gracia, a un perro sin manchas que pretende ser dálmata, que si bien por separado no hacen gracia sí que añaden al grupo de mascotas encanto y dulzura.

El tratamiento del guión no ha sido demasiado elaborado para ser Walt Disney, pero es un relato que se presta a una gran inventiva.
Atrapada entre la moda y sus oscuros deseos hacia ella, Cruella vuelve, con su risa, sus mentiras, su figura pública afectada y un gran sentido del vicio renovada para hacernos pasar una gran tarde.