Eran una dinastía.

Pero no tenían sangre real, sino instinto, imperfección.

Y llegó ella, Patrizia Reggiani, la diva, una Gucci no de nacimiento, pero de nombre que intentó cambiarlo todo.


Así Lady Gaga nos introduce a la verdadera protagonista de esta película, hecha para gloria de Patrizia tras su matrimonio con el dubitativo Maurizio, compartiendo cero química con Adam Driver, pero tampoco la necesitan, porque todo funciona, todo se solapa.

Jamás una familia de la moda fue presentada con tanta pompa, exageración, dinamismo y energía.

Su verdadero legado: la traición, el lujo, la visión de la moda cambiada, el esbozo de un concretar lejano.

Con un reparto sobresaliente y bien escogido, "House of Gucci" narra el ascenso y caída de una marca propia, cuyas raíces familiares son el centro de everything.

Y ese everything es lo que detona Patrizia, con la mejor intepretación de Lady Gaga, donde todos y cada uno de los actores que la acompañan, como coro para ella, nunca mejor dicho, lo bordan.

Lo único negativo: la necesidad o más bien el deseo de haber tenido a Rodolfo, Jeremy Irons, más tiempo.
Jared Leto sorprende con su esbozo de un Paolo como artista sin consagrar para siempre, Al Pacino desconocido, y una pareja de perfectos secundarios: Salma Hayek como la pitonisa Pina y Jack Huston, en su mejor papel tras "Boardwalk Empire".

Con un vestuario de lujo, Ridley Scott, estos días enfadado por la mala acogida de "The last duel" con cierto punto de razón, realmente ha sabido captar la atención del público con este gran muchos dicen biopic, pero yo prefiero considerarlo biografía del auge y la caída de una gran casa y su cambio en el resurgir de la moda, así como el último acto final.

Ese rojo, del que todos hablan y a nadie sorprende.