Excelente trabajo firmado por María Montez y Jon Hall, unidos cinematográficamente una vez más para una aventura con tintes medievales y aventureros que tan bien siguen funcionando para los amantes del cine clásico.

Rodada con una excelente puesta en escena, la película narra las visicitudes de un grupo de gitanos que se la pasan actuando al modo nómada y bohemio de este tipo de producciones haciendo de su libertad una necesidad y de su modo de vida un capricho. María Montez es Carla, una noble que por circunstancias ha venido a ser criada como gitana.
De ahí surge una historia absolutamente entretenida con el mejor technicolor de la época, y con interpretaciones tan acertadas como inolvidables. Jon Hall cumple su función de guerrero, y el resto de cada uno de los integrantes del circo.
El malísimo de la peli está bien trazado, es un hombre abusón y ávaro como todos los interpretados en aquellos años, pero al menos con cierto carisma villanesco, no como los villanos planos y sin alma de hoy en día que mucho deberían de copiar a los cincuenteros.
La magia del circo, de sus bailes, de la música más hipnotizadora, del romance más exagerado, los celos y las batallas de medio ejército viniendo a por los nobles héroes es parte del emblema de mis películas más preciadas, las aventuras de los cuarenta y cincuenta, grandes cintas como ésta hoy en día invisibles para la mayoría, pero no olvidada por todos, afortunadamente.
Ya he perdido mis esperanzas con el cine actual, solo me interesa el cine clásico, el auténtico. Todos los productos actuales o son copias baratas de lo ya escrito o películas sin ningún tipo de alma ni mucho menos de contenido. Glorioso cine clásico, nunca dejaré de darte las gracias, porque gracias a ti comprendí lo que es el cine.