Última entrega sobre la vida de Lobezno, que pone colofón a la saga incombustible de los X men que nos ha acompañado durante tanto tiempo.

Sobrecogedora película para unos, sorprendente para otros, ha sido un alivio para mí. Se puede ver finalmente qué ha sido de los X men, qué futuro han seguido en ese peregrinar que tenía a medio planeta perennemente en una constante guerra con la raza humana, porque las distintas visiones del mundo se superponían unas a otras sin encontrar consenso.

Charles de nuevo en esta versión, como el mentor-padre de Logan, está enfermo. Tiene una enfermedad degenerativa en su mente. Y ninguna mente es como la de Charles, al igual que ningún mutante tenía la batalla interior de Lobezo. Uno y otro siempre han sido la cara de una misma moneda.
La película gira entorno a su relación, y a la humanización de personajes de los que hasta ahora solo se había mostrado su pasta celestial, ahora por fin vemos a un Lobezno abuelete, capaz de sacrificar hasta la última brizna de dignidad por una causa en la que sí cree.

La fe ha sido restablecida, y la decadencia no es un tabú, por más que en el comic se omita o se sugiera, lo mismo da. Hasta aquí es la parte buena, la parte inmejorable de la película.

Pero existe otra parte que roba toda la luz. Es la existencia de la niña Laura, personaje totalmente innecesario y molesto, que aunque superpone la humanidad a Charles y a Logan, no encaja dentro de la estructura.

No es un spoiler es una opinión. Personajes maravillosos y otros innecesarios es lo que esta película muestra. La presencia de los niños perdidos hacen que el colofón no pueda ser más irritante. A mitad de este viaje increíble de Lobezno te plantas en medio del desierto a reflexionar qué es realmente lo que estás viendo.

Que hace Logan en el País de Nunca Jamás. Restos de acción barata, tópicos repetidos por mano del gran Charles Xavier necesariamente, un parentesco molesto, un guión previsible y un final catársico es lo que mueve esta última película, pero esa incomodidad de Nunca Jamás ¿realmente era la manera?
Pero aún así, Lobezno no pierde su identidad, pues nunca se involucra con este personaje de Dafne Keen como se cree.

No había otra manera de hacer que Lobezno parezca aún más grande, de dar sentido a su vida....el guión ranquea en esta parte, tanto, que del resto de interpretaciones decir que Richard E. Grant no pega ni con pegamento al igual que el resto de personajes huecos y sin vida.
El mensaje final es maravilloso, pero el cartón de Nunca Jamás mata la historia. Lo siento.