Quien se sienta a ver un thriller, suele esperar entretenerse (la sorpresa y, aún menos, la fascinación son -me temo- especies extinguidas) a base de curiosidad; de interés por la historia que le cuentan.

Quien «pica» (quizá por ver a la Huppert, o por que está harto de ver naderías) y, en completo estado de inocencia, se sienta a ver esto, se levantará con el (tan sufrido ya) déja-vu de haber perdido el tiempo.

“Greta” o, por aquí, “La viuda”, pretende ser un thriller. Y quizá lo sea en su aspecto formal de «serie B», pero su flagrante falta de originalidad, incapaz de ser aliviada por la persistente monotonía de su discurso vulgar, no le permite pasar de ahí.

Y es precisamente eso, lo que evita que el espectador se implique en lo que está viendo. Ya casi desde el principio, poco importa lo que haga este personaje, o lo que le pase al otro, sencillamente porque son tan conocidos como la historieta por la que deambulan.

Aún se le podría dar cierto margen de confianza a Jordan (por aquello de haber estado bastante más «inspirado» en algunas de sus obras anteriores) pero, en este caso, tiene prisa por dar carpetazo al bodrio del que (sospecho) es consciente, y se concentra en inyectar «dinamismo» hiperbólico a lo rutinario de su historieta, olvidando dejar caer alguna gota de esas esencias tan necesarias como la inquietud, la tensión, la crueldad, y no digamos el morbo que, usados con la conveniente picaresca, podrían haberle salvado del naufragio.

En resumen: no te duermes porque todo el rato estás esperando que la cosa mejore, pero nada de nada.