Para dar contenido a este bodrio, los guionistas (¿de verdad se han necesitado tres tíos para hacer esto?) han pegado dos historias de ciencia-ficción “clásica”, pertenecientes a subgéneros que ya en los años 50 del s XX estaban más que trillados.

Así, la originalidad del planteamiento desaparece en combate.

Pero como a estas alturas de la evolución ya no parece que a nadie se le ocurra nada nuevo (ni siquiera a los productores para ganar más pasta, hay que ver), esto podría haber sido disculpable si estos tres sujetos, en vez de pasar del siempre sufrido (y pardillo) espectador que les da de comer, hubieran explotado al máximo las posibilidades de este guiso, sacándole (sin mucho esfuerzo, digo yo) todo el morbo y dramatismo que, sin duda, contiene.

En cambio, todo se queda en un cuento sin gracia, teatral en sus tres cuartas partes, lento, aburrido y lleno de fallos, con un desenlace pretendidamente sorpresivo pero que resulta, al fin y al cabo, ingenuo y rudimentario a nivel (quizá intencionadamente) de serie B.

Y para rematar la fiesta, ni el tal Trachtenberg se esfuerza por personalizar (aunque sea un poco) su enfoque, cayendo irremediablemente en la más tópica de las rutinas, ni el bueno de Goodman es, a mi entender, el actor adecuado para este ambiguo papel.

No obstante, un punto para Goodman y otro para Winstead, por sus esfuerzos, que la cosa no da para más.