De lo peor que he visto en los últimos años. O cómo vender un petardazo en clave de nuevo 'arte y ensayo'. Volviendo a un naturalismo cutre que produciría vergüenza ajena a los maestros del género. La fotografía, depresiva y negra de tanto enfangarse, no sabe ni iluminar lo interiores nocturnos. La dirección, de aficionada cámara en mano y con formato 4/3, trata de confundir el cine con un documental. El guión, practicamente mudo, con el propósito de llevar.... ¡una novela a la pantalla! Los intérpretes hieráticos, incapaces de transmitir, con la excepción de Kaya Scodelario. La banda sonora inexistente, con la anécdota de la aportación Mumford & Sons.

Por no haber, no hay tampoco asomo de sexualidad ni siquiera erotismo. Mete un Heathcliff negro para intentar aportar, sin conseguirlo, una cucharadita más de marginación racista. El feismo permanente es de tal calibre que ni un loco viviría, a ser posible, en un entorno así. Nadie en su sano juicio puede explicarse tal historia de amor en un ambiente tan intencionadamente repulsivo y hostil.

Lo mejor: el escenario zoológico en su vida cotidiana. Esos animales que campan por sus respetos sin saber que están siendo filmados. Salí de la sala sin creer que yo fuera capaz de resistir tanta maldad durante dos horas. Si me preguntan si es peor que 'Balada triste de trompeta' [Álex de la Iglesia, 2010], acabaré diciéndoles que sí. Aunque no tengan nada que ver; ya lo sé.

Desconfíe del ser querido que le recomiende tal bodrio, sobre todo si ya la ha visto [1 sobre 10].

El quicio de la mancebía [EQM]
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