Es complicado publicar una reflexión sobre este tipo de películas porque a poco que profundices le cantas al lector la salsa del misterio. De modo que trataré de guardar cautela en tal sentido.

En principio, señalar que, como ya viene siendo habitual en la industria del cine, la mercadotecnia ha pretendido enlazar el proyecto con otros del propio productor, J. J. Abrams, y mucho incauto ha picado en el anzuelo: nada que ver con lo que el título parece indicar, sin que ello quiera decir que no pretendan seguir con el engañabobos, es decir, mediante una próxima continuación que el final de la cinta deja claramente abierto.

También resulta inevitable que si el espectador tiene ya su recorrido cinematográfico, le vengan a la memoria otras obras relacionadas con singulares secuestros. Yo no pude evitar acordarme de la magistral ‘El Coleccionista‘ [1965], de de William Wyller. Pero…, desgraciadamente, nada de eso.

La historia es interesante porque plantea al espectador, durante todo el metraje, la duda respecto a la esencia, el fondo, de lo narrado. Sin embargo el guión no está a la altura de la apuesta y por sus múltiple orificios se escapa el fallido proyecto. El truco de los giros sorpresa y estruendosos cambios de ritmo jamás sostienen un empeño.

También por la fragilidad de uno de los tres personajes, completamente innecesario. Me hubiera encantado ver el intento con sólo los dos protagonistas principales. Y más tratándose, como se trata, de un guión de formato teatral, entre las ‘cuatro’ paredes de algo que se asemeja a un submarino más que un refugio. Tampoco me parece lógico que, por citar otro ejemplo, a la protagonista la provean de dotes cuasi circenses.

La dirección de Dan Trachtenberg, un principiante en largometrajes, está correctamente administrada, particularmente por lo que se refiere a la atractiva Mary E. Winstead, que, con un buen trabajo, destaca por encima incluso del veterano y gran John Goodman, que ha confesado que no le gustaba el papel y me lo creo. De J. Gallagher Jr. prefiero no hablar porque resulta un auténtico pegote, que no se sabe si sube o baja y que, como ya he comentado, es absolutamente prescindible.

La banda sonora de Bear McCreary quizás incida excesivamente -como es frecuente en estos casos- en acentuar el misterio de modo tan contínuo y con tanta obsesión que suena a efectista y acaba, obviamente, perdiendo el envite. Las composiciones no originales resultan indespensable para evitar la asfixia del espectador y, de paso, recordar que los protagonistas podríamos ser cualquiera de nosotros.

La fotografía de Jeff Cutter es correcta sin más, aunque demasiado iluminada y falta de sensación clautrofóbica. La ambientación no está lograda en absoluta, y quizás contribuya a ello un cartel publicitario -no el que yo he insertado sino el publicado en España y que es el mismo que figura en la carátula de la banda sonora– nos avanza la idea de que la guarida es muy subterránea y, sin embargo, en la pantalla parece más un semisótano que otra cosa, con un hermoso tresillo que es difícil imaginar cómo se ha ‘bajado’ hasta allí si verdaderamente estamos en un pozo. Y, desde luego, cualquier parecido con la exquisitexz de las obras de Hitchcock –como algunos pretenden– es pura coincidencia.

Y ahora, lo auténticamente malo: el final de la película. Incomprensible que puedan cargarse el proyecto con algo así, de esa manera. De como convertir un thriller, aprisa y corriendo, en ciencia ficción de serie pero que muy B. No sé si no han sabido cortar antes de que fuera demasiado tarde o es que son muy frikis.

Si eso, para una sesión televisiva de tarde… y va que chuta.

De cómo evidenciar que no se sabe o incluso no se quiere [6 sobre 10]

El quicio de la mancebía [EQM]
elquiciodelamancebia.wordpress.com/2016/03/27/calle-cloverfield-10-2016-de-dan-trachtenberg