A estas alturas del nuevo siglo, Jose Luis Garci ya no nos va a sorprender con algún giro renovador de su cine, si no lo hizo cuando era más jóven, mucho menos ahora. Su narrativa clásica y pausada, se mantiene intacta, sus detractores lo tildan de antiguo con olor a naftalina, académico, nostálgico y los más canallas lo llaman rancio. Bueno pues que lo ignoren, ya saben lo que van a ver, todo lo contrario al cine actual del que no voy a comentar para no hacer comparaciones que levantarían ampollas, pero que están en la retina cinéfila de cualquier aficionado. Garci vuelve a revisitar con esta precuela el cine negro, pero desde la perspectiva española y sus circunstancias singulares de nuestra Historia. Si ésta la dedica a James M. Cain, las otras dos estaban dedicadas a Dashiell Hammett y Raymond Chandler, los tres más grandes escritores de la novela negra norteamericana que tanto nos apasiona a los aficionados al género negro.

El contexto social y político avanza en sentido paralelo a la trama enrevesada que se nos cuenta, a veces ejerciendo una influencia decisiva en los personajes, éstos encarnados por un plantel de actores algo inferior a los originales de las dos primeras entregas. En medio de las situaciones y personajes sórdidos que aparecen, Garci siempre coloca personajes positivos, ingenuos y leales que arropan y definen las situaciones dramáticas que acontecen sin poder evitarlo, la traición, la venganza y el vil crimen merodean en cada rincón, el alto precio que debe pagar Areta por mantener su independencia y sus valores inalterables a un mundo viciado por el poder y el dinero. Su fotografía en blanco y negro me parece acertada para recrear dramáticamente aquellos tiempos pretéritos del final de un régimen que se derrumbaba al desaparecer el dictador. Su mecanica un tanto teatral, concentra la acción más en los gestos y las palabras que en los escenarios defíciles de recrear por el bajo presupuesto que dispone para el film.

Su música es brillante al recuperar la original, evocadora y sentimental que recrea toda una sociedad un tanto descolocada y espectante ante los cambios que se intuyen para afrontar el futuro de la sociedad en democracia. El lenguaje a veces culto y poético, a veces dulce y lleno de ternura, a veces soez y despiadado conforman un mosaico de personajes en conflicto con sus vidas. La violencia es mostrada con cierto pudor, sin ser explícito al menos, o fuera de campo. No es la mejor de Garci pero se ve con agrado e interés, se cierra así una trilogía que puede ser definitivamente el testamento filmico de un cineasta que ama el cine clácico, que intentó trasladarlo al cine español con su idiosincrasia, que ama la literatura y la cultura en general y que nos ha dejado un legado de programas para aprender a amar el cine con pasión, haciéndonos disfrutar con sus amigos cinéfilos de toda la vida.