Dentro del marasmo de películas españolas políticamente correctas, cuando un joven director novel con talento, prescinde de la demagogia progre, el mensaje dogmatico, la impostura social y aboga por un lenguaje directo y sin cortapisas, asistimos como en este caso a un film estupendo en formato de thriller. A pesar de ser una típica y tópica historia de venganza, lo que destaca por su originalidad es la profundidad psicológica que otorga a sus protagonistas. Unos personajes que arrastran un pasado oscuro, lacerante, que les corroe la conciencia pero por motivos distintos heredados de un fatídico día que produce nefastas consecuencias en la vida de cada uno de ellos. Las victimas sufren el dolor y la angustia, los culpables llevan a cuestas una pesada carga que tendrá consecuencias, porque si la ley jurídica no repara el atropello, surge la tentación irrefrenable de otro tipo de justicia, ancestral y detestable, la del ojo por ojo y diente por diente.

Antonio de la Torre me parece una de los actores más interesantes del momento, su hieratismo a la hora de asumir este taciturno personaje, su frialdad contenida, su rostro de mármol, su odio corroído que no es más que el reflejo de su alma, es plasmado con naturalidad a lo largo de esta inquietante trama de violencia dormida que refleja la España profunda de pueblos en fiestas, de partidas de mus frente a la cervecita entre gente del bar del barrio. Hay quien alude a la violencia de Peckinpah, yo la sitúo en la idiosincrasia cañi, porque es mostrada con cotidianidad, la muestra con sus celos y sacrificios de colegas, sus fiestas familiares, las rumbitas y el flamenco, sus deudas pendientes, sus traiciones veladas.

Me parece un thriller seco, espartano y sin artificios, contado con buen pulso en apenas hora y media, donde no sobra ni falta un plano. Refleja de forma transversal la complejidad humana, sus miserias morales y servidumbres, sus debilidades y sus aberraciones. Jose (A. de la Torre) es un tipo introvertido que incomoda con sus silencios, frecuenta un bar en busca de una pista que le facilite sus planes, pues ya no tiene nada que perder. Allí hará amistad con Curro (Luis Callejo) y su pareja Ana (Ruth Díaz), el hilo que le conducirá a sus objetivos. El guión no juzga ni compadece a sus personajes, sólo los plasma de forma rigurosa. El paisaje es árido, tosco y poco atractivo, muy acertado para no desentonar con su trama, el reparto excelente y adecuado, la ambientación perfecta.

Un film español muy digno, realizado con mucho tino y gran talento, un cine español sin complejos ni mochilas políticas que reivindicar. Para que tomen nota tanto figurón que vive de una supuesta calidad artística granjeada más por méritos dogmáticos e ideológicos que cinematográficos. Un debut a lo grande para Arévalo que me ha sorprendido gratamente, realizando un cine atractivo que seduce.