De referencia absoluta en el cine bélico, precisamente por ser una cinta antibelicista, prohibida en muchos países por su feroz diatriba a la institución militar. Esta noche en la 2 de TVE volveré a disfrutar de unas de las pelis más comprometidas con el humanismo jamás filmadas, porque cada vez que la veo descubro matices y detalles que se me escaparon y me vuelven a conmover como la primera vez. Kubrick es la perfección obsesiva y aquí pese a su juventud, nos presenta un documento escalofriante basado en hechos reales que el tiempo nunca podrá borrar. La película realizada cuando el cineasta tenía 29 años, está rodada con muchos de los elementos que más tarde irán jalonando sus películas posteriores y que permitirán hablar de todas ellas como de un todo coherente: los travellings en plano medio frente al protagonista o por detrás de él, la composición simétrica de los planos como expresión de rito y solemnidad, la violencia aceptada y explotada pero moralmente reprobable y cómo no, el rechazo a la militarización y a la subordinación de la voluntad de muchos a la de unos pocos.

Otros aspectos técnicos de esta obra es su magnífica fotografía en blanco y negro de George Krause, resultando deliberadamente próxima al Expresionismo, y no por casualidad: la película se rodó en Alemania y con varios técnicos alemanes. Los principales elementos narrativos del film son el abuso legal de poder que se produce en tiempo de guerra, dentro del estamento militar, y la obsesión de un individuo, un estupendo Kirk Douglas (que proviene de ese mismo estamento, pero que está solo) porque se haga justicia, todo ello convierte la narración en un bien meditado discurso contra el dominio de unos hombres hacia otros, contra la indiferencia de quienes mandan con respecto a quienes obedecen, que Kubrick, con un inteligente empleo de montaje, mostrando a los soldados en las trincheras embarradas y a los oficiales en unos palaciegos salones Luis XVI, se encarga de plasmar con precisión y contundencia.

Es una de las pocas películas americanas que no ennoblece los valores del patriotismo y la cruel lucha a muerte por las conquistas ideológicas o territoriales. La guerra es tratada como un infierno de cobardes burócratas que dan órdenes detrás de la mesa de sus despachos, patriotas de palabra, inútiles y despreciables que se permiten caprichosamente juzgar por cobardía a inocentes soldados para aliviar su incompetencia, de cómo la hipocresía y el desprecio a la verdad triunfa de manera impune. Un clásico imperecedero que Kirk Douglas se encarga de engrandecer con su personalidad y su actuación memorable, aunque me descubro ante unos secundarios que hacen de villanos aberrantes y creíbles. Como curiosidad hay que añadir que el título del film proviene del sombrío verso del poeta romántico inglés Edward Grey: “Los senderos de Gloria sólo conducen a la tumba”.