Clásico irrebatible del cine negro en el mejor momento de Humphrey Bogart que ese mismo año haría de Sam Spade en “El halcón Maltés”. El vigoroso pulso narrativo de Raoul Walsh y su capacidad de síntesis está presente en todo el relato que no te da un respiro. El romanticismo se une a la tragedia como una simbiosis que nos invita a dejarnos llevar por su atractiva seducción. Tras los títulos de crédito, el cineasta te muestra en pocos minutos quien es y a lo que aspira y se dedica nuestro protagonista, sus circunstancias y su objetivo. Gracias al estupendo guión de John Huston y W. R. Barnett, el autor de la novela en que se basa, los personajes tienen una densidad dramática propia, los acontecimientos tienen su lógica implacable y el relato progresa inexorablemente hacia su catarsis.

Roy Earle (Bogart) es un tipo duro, un hombre solitario al que la vida no le sonrió, sale de prisión después de unos años muy duros entre rejas para un hombre que ama la naturaleza y la libertad, sale con el propósito de dar un último golpe que le retire para siempre y pueda disfrutar de un ansiado reposo junto a una chica que le ame. Pero el destino le ha preparado otros planes mucho más accidentados, su debilidad es tener una clara humanidad con los desvalidos y eso le restará posibilidades de éxito. Pues las apariencias no siempre son ciertas y el agradecimiento y la honestidad a veces es traicionera y poco amable, cuando te rodeas de gente inmadura o desvalida. Tan solo puede confiar en su instinto y la compañía de un perro abandonado y la joven descarriada Marie (Ida Lupino) que se aferra a su última oportunidad, los tres son perdedores con incierto futuro.

Es curioso el trato y el respeto que siente por las personas honradas como la familia de granjeros que ha perdido su casa, y viajan con la discapacitada Verma a la que hace de benefactor y el desprecio que siente por los de su calaña, exceptuando a Marie y el negro que cuida los apartamentos donde se refugian. Aunque Earle intenta regenerarse interiormente no logra borrar ni eludir su fama de la que repudia cuando la prensa le llama “Perro rabioso”. Una vez más la naturaleza “High Sierra”, las montañas como signo de pureza y libertad y la ciudad como signo de maldad y corrupción. El rostro de Bogart expresa en todo momento el estado de ánimo del personaje, su mirada noble y a la vez su ceño fruncido, unido a sus métodos expeditivos cuando las cosas se complican.

El film respira un aire de fatalismo evidente que lo hace más emotivo, aunque Roy está dispuesto a luchar hasta el último momento. Es un hombre desplazado que no encuentra su sitio aunque lucha por conseguir su objetivo, emprender una nueva vida. El maestro Walsh nos brinda un film inolvidable que conjuga las diferencias sociales, los damnificados de la gran depresión, los aprovechados del nuevo estatus social y los desahuciados como Roy que admite que los tiempos del gansterismo han cambiado para siempre. Una obra importante dentro del género negro.