Siempre a vueltas con el inclasificable Terry Gilliam.

Creo que es un tipo a ratos genial, a ratos insoportable. He encontrado muchos momentos gratos en su cine (la puesta en escena y aparición de Robin Williams en esta película, 12 monos con su gran planteamiento y estelar Brad Pitt, momentos afortunados en el Barón de Munchausen y por supuesto, su mejor etapa en Monty Python.
Pero siempre le tira el exceso, un poco de surrealismo y ese dejarse llevar por una atmósfera onírica de la que sale muchas más veces trasquilado que triunfal.

Supongo que es su sello. Cada cual hace lo que quiere o lo que puede. Quizá el estilo narrativo convencional le aburre sobremanera o necesita dar esas pinceladas creativas un poco inconexas para sentir que su arte vuela libre. La creación es algo personalísimo y no tiene mucho sentido revelar las urdimbres que subyacen.

Yo me quedo con una película insufriblemente larga que, sin embargo, tiene un comienzo prometedor y unas premisas iniciales muy atractivas. Incluso todo el rollo del jinete rojo cobra bastante sentido como metáfora de la condición mental alterada del bueno de Robin Williams. Pero va pasando el tiempo y todo se desinfla. La historia acaba con chico tímido quiere conquistar a chica tímida y el amigo Bridges de celestino. Problemas mentales de por medio. Más tedio.

Me decidí a revisitar esta peli porque nunca la vi entera, tenía retazos de niño y me decidí por las buenas valoraciones, para mí infundadas. Los últimos tres cuartos de hora de metraje me parecieron prescindibles y pesados. Más sombras que luces, poco que decir. Me temo que o te gusta el cine de Gilliam o lo detestas. Yo me acerco más al segundo grupo por su nulo sentido del ritmo y sus idas de olla.

Así y con todo, 12 monos me parece su obra mejor acabada de largo y una gran película. Brazil, todo lo contrario, pese a su reputación.

Con la del DR. Parnassus ya no me atrevo, creo que será café para los muy cafeteros, invariablemente.
Hagan juego señores y traten de no perder mucho.