Te quedas sin palabras cuando ves como se puede hacer un thriller inquietante en un gran plano secuencia, parando sólo para cambiar el rollo, en un escenario teatral ( el decorado es de risa por lo simple) y con siete personajes. Su planificación es impresionante, la acción la marca la cámara en esos reducidos espacios de una forma increíble ( magistral la escena del arcón con la conversación de fondo ). Un muerto y una soga eso es todo, ni efectos especiales, ni ráfagas de metralleta, ni persecuciones. Cuando hay talento sobra todo lo demás, y el gordo del puro andaba sobrado de talento. Muchos de los directores de ahora deberían palidecer de vergüenza al verla.