Para empezar, el personaje protagonista, (y todos los demás) es tratado como un completo retrasado mental, que no hace más que estupideces durante todo el metraje. De hecho, los gags, personajes y situaciones pretendidamente cómicas aunque de hecho patéticas, son tan abundantes, que toda la película se convierte en un gran gag, una broma vulgar que no se respeta a sí misma y que hace totalmente imposible construir una ficción mínimamente verosímil.

En el caso concreto de Peter Parker hay, además, un problema añadido: el arco del personaje ha tenido siempre que ver con el sentido de la responsabilidad, la interferencia de su vida como enmascarado con su vida personal y la carga que ambas cosas conllevan. Es por eso que en la anterior entrega de Spiderman, éste ha de aprender una serie de lecciones que supuestamente le hacen madurar y ser más consciente de lo que conlleva ser quien es. Pues bien, en esta segunda entrega, no sólo parece haber olvidado todo lo aprendido, sino que se vuelve directamente tonto, lo cual queda perfectamente plasmado en escenas como la del autocar y el dron.

Luego, por otro lado, está el planteamiento de la trama como tal, que es igual de inverosímil. ¿Quien va a creerse que Tony Stark, (cuya omnipresencia se hace más que molesta) le deje su sistema de defensa a un adolescente al que acaba de conocer hace poco? No hay por dónde cogerlo. Sólo por eso, la película no tiene ya coherencia ninguna y no puede ir sino derecha a un precipicio.

En resumidas cuentas: esta no es una película con licencias, sino una licencia en forma de película, un despropósito sin cerebro, ni entidad, ni respeto hacia sí mismo; un sucedáneo "vomitado" con prisa para cumplir la cuota de producciones establecida, pero que en realidad, no tiene ninguna razón de ser ni mérito alguno por el que ser recordada, salvo, quizá, el de encontrarse entre las peores de la factoría Marvel.