Si en una película doblada se mutila algo tan importante como la voz original de los actores, en esta película el juego que se hace con el español y el inglés, es clave para que la película funcione.

Woody Allen hace un homenaje a España, a través de dos ciudades a las que adora. Una guitarra flamenca y algunos tópicos y mitos de nuestro país le sirven de pretexto para contar una historia sobre las diferentes maneras de afrontar la vida de los americanos y Europeos. En el caso de la bohemia europea, la búsqueda constante del amor y la imposibilidad de llevarlo a cabo si no se juntan todos los elementos adecuados y en el caso de América moralista, la apuesta es luchar por el control de los sentimientos y aunque muerdas las manzana y se descoloquen tus ideas preestablecidas, se puede seguir con la máscara durante años y no lanzarse a la piscina por miedo a perder esa estabilidad.

Woody Allen nos ofrece esa narración exquisita casi invisible a la que nos tiene acostumbrados y dibuja unos personajes muy bien interpretados. Penélope Cruz se acerca al mito de Carmen, su personaje está presente en el aire toda la película y cuando aparece llena la pantalla de fuego.