Sen to Chihiro Kamikakushi está dirigida por Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, sellos de calidad suficiente como para no dejarla pasar. Pero, por si no fuera suficiente, fue ganadora (la única japonesa), del Oscar a mejor película de animación. Una obra de arte de fantasía y color que nos sumerge en el mundo de los dioses japoneses y de cómo una niña ha de afrontar un mundo adulto que no tiene conmiseración alguna por ella. Una niña, Chihiro, viaja con sus padres y se traslada de hogar, pero van a parar a unas antiguas ruinas, por las que entran y, de forma misteriosa, los padres acabarán convertidos en cerdos mientras ella tendrá que luchar por liberarlos del encantamiento. Por el camino conocerá a Haku, a Yubaba, al Sin Rostro y a un sinfín de personajes inolvidables con los que tendrá que lidiar para alcanzar sus objetivos.

De una calidad de animación sublime, EL VIAJE DE CHIHIRO representa esa pérdida espiritual de la sociedad de hoy en día, principalmente la japonesa. La casa de baños adonde van a parar todos los dioses simboliza precisamente el retiro de estos, relegados a un segundo plano en el mundo real. Chihiro, por su parte, representa la fe en la humanidad, en las nuevas semillas de un mundo que necesita volver a confiar en el esfuerzo y el trabajo duro, en la bondad ante todo. Y todo ello enmascarado en una aventura de fantasía inolvidable, que dice mucho más de lo que se ve, y que ha envejecido genial, gracias al magistral trabajo de Hayao Miyazaki y Studio Ghibli.

En definitiva, EL VIAJE DE CHIHIRO es una de las grandes películas de animación de todos los tiempos. Gusta más cuanto más días pasan y realmente se piensa en todo lo que nos traslada y nos enseña. Una película que no envejece y que gustará a pequeños y grandes por igual y, pese a que no se quedarán con la misma enseñanza, sí coincidirán en que la bondad y el trabajo ha de prevalecer en una sociedad que poco a poco pierde sus tradiciones y esa instrospección espiritual que tanto necesitamos. Didáctica e imprescindible.