Josh Cooley dirige la cuarta parte de una saga que mantiene un grandísimo nivel. Lo hace con una entrega que rompe con las anteriores y puede incluso instaurar una nueva continuación. Woody y los suyos han cambiado de manos, ya no es Andy, sino Bonnie quien cuida de ellos. Sin embargo, Woody se ve relegado a un segundo plano, pese a que sigue luchando por el bien de la niña y de su infancia. La niña, que comienza a ir a párvulos, el primer día crea un nuevo juguete que será imprescidible: está formado por una cuchara-tenedor y dos alambres mal puestos. Sin embargo, la relevancia del juguete hará que Woody se cuestione, mediante un gran viaje, cuál es el sentido de ser juguete.

Dejando al margen la gran calidad de la animación, los efectos de luz, y demás, algo que Pixar y Disney dominan a la perfección, debo decir que es una película para niños, sí, pero el adulto reflexionará también. Se habla de la amistad, de la pertenencia, del compromiso... Y que una película te haga pensar ya es algo muy meritorio. Es en ocasiones sombría e incluso no tan positiva como pensamos. Sin embargo, el aprendizaje y el compañerismo logran imponerse. Un viaje que supone una revelación para Woody, que junto a sus amigos volverán a vivir grandes aventuras.

En definitiva, TOY STORY 4 es una más que digna continuación de la saga. Seguimos enganchados a Woody, y esperemos que siga habiendo más sin caer en el mero formalismo de una entrega tras otra. Una aventura de vida que enseña muchas cosas tanto a pequeños como a grandes. Divertida, entretenida y muy didáctica, qué queremos más. Ni se os ocurra perdérosla.