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Voto de pizzapasta:
9
Drama En un pueblo de la periferia de San Salvador, vive Chava (Carlos Padilla), un niño de 11 años, que se encuentra atrapado entre el ejército y la guerrilla salvadoreña. Cuando su padre abandona a la familia, en plena guerra civil, Chava pasa a ser "el hombre de la casa". En esta época, el gobierno de El Salvador reclutaba niños de doce años. Así que a Chava sólo le queda un año de escuela antes de ser movilizado. (FILMAFFINITY)
12 de julio de 2008
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta frase Morfeo destapaba los ojos de Neo en Matrix, la obra maestra de los Wachowski. Pues bien, existe una tipología cinematográfica que persigue este mismo fin desalienante; y Voces Inocentes ha entrado a formar parte de la misma de una manera destacada y muy contundente.

En este caso en particular Matrix podría identificarse, de nuevo, con un sistema social, económico, político y militar totalmente corrupto; sus víctimas, la gente de a pie, humilde y sencilla, que disfrutan simplemente viendo reír a sus niños haciendo volar luciérnagas de papel; Morfeo sería Luis Mandoki y Neo, nosotros, los occidentales primermundistas biempensantes y confiados..., tranquilos..., acomodados..., acostumbrados por unos medios de comunicación cada vez más idiotizantes a que nuestras principales inquietudes cotidianas sean si Andreíta se ha comido el pollo o si Yola Berrocal se aumentará 3 tallas más las tetas.
Y así nos va... Gobiernos que callan mientras otros delinquen; jueces que ni la huelen (o no quieren olerla), y millones de personas que lo sufren impotentemente en los más variopintos lugares de este estúpido planeta tan mal repartido y tan mal aprovechado.

Son necesarias voces como ésta, pues las voces de los inocentes tienen mucho que decir con su mirada limpia y su pasado truncado. Son voces duras y estremecedoras, indudablemente, pero sus verdades son mucho más poderosas que los intereses miserables, sucios y mezquinos de quienes les han destrozado la vida.
Son voces que impactan, conmueven, impresionan, nos retuercen por dentro con fuerza, nos duelen al inyectarnos su dolor; pero, a pesar de eso, son voces imprescindibles en los tiempos que corren.

La historia que nos narra Mandoki es universal; pese a situarse en unas circunstancias geográficas e históricas muy precisas, es la misma que la que se sufre aún hoy en más de 40 países del mundo, en los que los niños crecen con un fusil en sus manos.
El film, evidentemente, ha pasado de refilón y rapidito ante nuestras narices (quizás es que no conviene indignar demasiado a la peña, no sea que piense demasiado y malamente).
Por eso deberíamos sentirnos obligados a hacer funcionar el boca a boca. Merece la pena despertar conciencias, puesto que las reivindicaciones justas que caen en el olvido son la semilla de los errores del futuro y el escudo de quienes se favorecen de ello.
pizzapasta
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