Prometía. Esa maravilla de intro de créditos con la inspiradora canción de José Luís Perales ya abría la puerta a una más que interesante película. Y así lo fue durante más de la mitad del metraje en el que te veías atrapado por ese curioso magnetismo irónico, retorcido y original. Esta historia basada en la novela de Javier Cercas creo que sumaba más en un libro que en la pantalla, no porque esté mal dirigida o interpretada, que no es el caso, ya que Javier Gutiérrez y el resto del reparto completan una grandiosa escena creíble, burlona y en ocasiones dantesca; y Martín Cuenca sabe crear una atmósfera fría, cálida, cínica, sombría y luminosa según tocaba. El problema es que la atractiva sucesión de giros imprevisibles acaban resolviéndose con un final que roza lo azaroso, rebuscado, haciendo que la trama se descuelgue hacia lo mediocre. El cierre acaba siendo tan aséptico como el decorado en el que se mueve casi todo el tiempo el protagonista. Para los que somos escritores, nos cuesta ser objetivos con cintas así y posiblemente veamos más allá de donde no se debe ver. Aún así, es una cinta recomendable, ya que las dos horas que dura parecen apenas una. Por lo tanto, un 6.5.